“Hay veces en las que…”, por Pedro Molina Alcántara.

Pedro Molina Alcántara.

Hay situaciones en la vida en las que se desgarra el corazón de alguien como yo, que se precia de ser un patriota en el mejor sentido de la palabra, que no quiere vivir en un imperio hegemónico sino, simplemente, vivir más o menos bien y que sus seres queridos y sus conciudadanos en general también lo hagan. No pido mucho más, creo que no es gran cosa. Bueno sí, que la clase política de mi país aparque un poquito sus diferencias, que acuerde unos presupuestos, que elabore unas leyes medio decentes, que  no haya instituciones operando con el mandato caducado como actualmente está haciendo el Consejo General del Poder Judicial… Los vetos, las estrategias políticas llevadas al paroxismo, la dialéctica no de gobierno y oposición sino de amigo y enemigo, etc.; enrarecen el ambiente político, dificultan la respiración y no precisamente por la obligación del uso de mascarilla.

Nos estamos pareciendo en eso demasiado a Estados Unidos. Sí, el fantasma de la polarización, indudablemente ha cruzado el charco. Donald Trump, el enfant terrible de la política estadounidense pese a ser septuagenario, sigue hablando de fraude electoral, amaga con reconocer su derrota pero acaba reafirmándose: le han robado las elecciones. A él y al pueblo norteamericano. Con los datos de los que se dispone a día de hoy, no parece que ningún medio de comunicación con cierto fuste otorgue veracidad a dichas acusaciones de fraude, los tribunales no están muy por la labor de seguirle el juego -aunque no descartemos sorpresas en los próximos días puesto que, como dije la semana pasada, parece que se han desembolsado importantes cantidades económicas en abogados y hay muchos jueces conservadores- y, cada vez, hay más cuadros del Partido Republicano que abandonan al presidente en su cruzada contra casi todo el mundo, que creerá que le “tiene manía”. Solo le quedan unos cuantos miembros fieles de su equipo y, eso sí, millones de fervorosos seguidores, algunos de ellos con los que no es muy recomendable mezclarse -no hablo de todos, por supuesto-.

Visto el panorama, me pongo en la piel de un estadounidense progresista que huye de extremismos. Y, cierto es, la música de Biden y Harris suena bien: unir a la nación, “restaurar su alma”, ser un presidente para todo el pueblo -no solo para sus votantes-, abordar la pandemia desde un enfoque más científico, con equidad, sin caer en tanta demagogia y populismo facilón… Como digo, a modo de conclusión, la sintonía suena bien; esperemos a conocer la letra. Hay veces en las que un pueblo necesita imperiosamente aferrarse a un clavo ardiendo, creer en algo, en alguien que encarne ese algo.

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