Gobierno Sánchez

Por Alfonso Zamora Saiz.
El nuevo gobierno ha despertado la ilusión de propios y la sorpresa de extraños, el recelo de amigos e ira de adversarios. No debe ser fácil montar un gobierno de la noche a la mañana, por eso todos hablan de que, si bien el éxito de la moción de censura dependía de una compleja lotería, el presidente llevaba tiempo haciendo listas y diagramas en su cuaderno rojo. Pasada la vorágine del impacto inicial, haré algún comentario al respecto.
Pedro Sánchez ha conformado un gobierno amplio, con multitud de guiños para todos los públicos, pensado para gustar pero también para trabajar, que no tiene absolutamente nada que ver con el anterior. El nuevo Consejo de Ministras y Ministros ha marcado como seña de identidad el feminismo y la igualdad, nombrando a 11 mujeres frente a 6 hombres, lo que ha sido aplaudido por toda la prensa-al que escribe le sigue pareciendo más importante la calidad, el prestigio y la solvencia en sus carreras de las 11 mujeres que lo componen, más que el simple y simplista hecho de que sean 11 mujeres, pero esta frase no cabe en ningún titular de periódico.
De los 17 ministros, 7 son independientes, casi la mitad del ejecutivo, desde colaboradores de Pedro hace años como Margarita Robles, hasta guiños al centro derecha con Grande-Marlaska, pasando por un científico de talla internacional como Pedro Duque (al que todavía no han encontrado una matrícula de honor falsa en su expediente). El presidente ha hecho lo que ha querido sencillamente porque podía, porque tenía las manos libres y no tenía hipotecas. La independencia de Sánchez de todo y de todos se termina de plasmar en su jefe de gabinete: el mismo que llevó a Monago a la Junta de Extremadura.
La capacidad de reacción del presidente se ha mostrado amplia nada más empezar. Hasta alguna mata que ha dado fruto podrido se ha podado en tiempo y forma, como Màxim y sus fraudes, que intentaba explicar mediante argumentos ad populum pero al que pronto abandonó casi todo bicho viviente. Porque la España de hoy no es como la Roma de ayer, aquí un representante tiene que ir un paso más allá que la mujer del César: no solo tiene que parecer honrado sino además tiene que serlo.
La cuenta del gasoil de sus viajes por España ha quedado pendiente con la mesa del consejo de ministras. Por ello, de forma voluntaria o sobrevenida, el elenco de secretarios de estado, subsecretarios y delegados del gobierno lo conforman desde acólitos de siempre, arrimados del #noesno y un nutrido grupo de ex cargos del (no diré viejo PSOE pero) reciente tirando a viejo PSOE. Pedro sabe que, en el fondo, no era todo tan inservible.
Resulta llamativo que, de todos los nombramientos, las mayores novedades son las de fuera del partido, mientras que los ministros del partido son personas de cierto o largo recorrido. Casi se podría decir que el Presidente es el de menor currículum político. Como si la renovación tuviera que venir de fuera, como si el partido ya no pueda servir de cantera, o como si la militancia que languidece tuviese que seguir ocupando el puesto de palmero. Alguno podría pensar que el gobierno es un vestido de fuera de temporada revestido con unas cuantas joyas de las caras.
La larga lista de nombramientos viene con sendas incompatibilidades, lo que ha hecho y hará que el grupo parlamentario sufra de unos cuantos recambios. Parece complejo gobernar con 84 diputados y más aún con muchos suplentes. La capitana de este grupo, Adriana Lastra, tiene por delante la tarea más difícil y urgente del nuevo gobierno, y de su éxito o fracaso dependerá en gran medida la amplitud de los cambios que se puedan materializar antes de 2020.
En una ocasión escuché a Matilde Fernández, pionera como ministra socialista y como aspirante a liderar un gran partido en España, contarme cómo Felipe González era, en sus palabras, como una esponja. Cómo le gustaba rodearse de gente mejor que él-y citó varios nombres en particular-y absorbía todo de ellos, lo cual le hacía mejor estadista. Queda por ver la capacidad de aprender, de mejorar y de abrir el partido a otros ámbitos que estaban olvidados. La habilidad para negociar en un escenario muy complicado, donde los mismos que te han colocado ahí cuentan los minutos para tu fallo. Y con heridas internas sin cerrar en el partido.
Como cualquier empresa que se precie, España necesita resultados, y los necesita rápido, porque ya ha pagado demasiado. No sólo el acierto o desacierto del nuevo gobierno sino su impacto en la sociedad y la labor de comunicación de ese impacto serán claves en la recuperación de la confianza. El futuro electoral de 2019 y de las generales de ¿2020? dependen de ello. Pero el futuro del país también.

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