Alrededor de las 12:30 de ayer, el Gobierno anunció, por sorpresa, que la mesa de negociación sobre el “conflicto político” en Cataluña se posponía hasta que hubiera un nuevo Govern. No habían pasado siete horas, cuando, al filo de las 19:00 horas, rectificaba e informaba de que la mesa se reunirá como estaba previsto. Antes de las elecciones catalanas.
Cedía de este modo a las presiones de ERC y cerraba un nuevo capítulo en su particular cuenta de rectificaciones, esta vez en tiempo récord. Y el asunto no es baladí, porque sobre la mesa, no la de negociación, estaba en juego la aprobación de los Presupuestos.
Oriol Junqueras, líder de los republicanos catalanes, lo había advertido. En una entrevista en El País, dijo que la aprobación de las Cuentas estaría condicionada a la marcha de la mesa de negociación.
De hecho, ya han pasado las dos semanas desde que arrancó el nuevo Gobierno y la mesa de negociación no ha empezado, como se especificaba en el acuerdo. Pero también, que sería después de una primera reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra, que se celebrará el 6 de febrero. Al menos, una de las condiciones se cumple.
La decisión inicial de posponer la mesa de negociación parecía que había sido pactada con ERC. Pero no había sido así. Fue decisión personal y unilateral de Sánchez. No lo conocía ni el resto del Ejecutivo ni el propio PSOE. Menos aún, los republicanos.
Al mediodía Moncloa anunciaba que se posponía la mesa de negociación
“El Gobierno espera poder iniciar dicho diálogo en cuanto haya hablado el pueblo catalán y se constituya el nuevo Parlament, así como el nuevo Govern. Cuanto antes se celebren las elecciones y haya nuevo Govern, antes iniciaremos el diálogo”, rezaba el comunicado de Moncloa.
Todos los medios entendimos, como parecía meridiano, que había un consenso. En cambio, la decisión indignó seriamente a ERC y evidenció la mutua falta de confianza. Se abría una nueva crisis en la frágil relación entre el PSOE y los republicanos.
Hasta casi las 19:00 horas no se produjo un nuevo comunicado de la Secretaría de Estado de Comunicación. Entretanto, Adriana Lastra y Gabriel Rufián, cabezas visibles de la negociación, resolvieron la situación. El propio Sánchez tuvo que reunirse con Rufián y éste le exigió una completa y pública rectificación.
Moncloa deba de nuevo un giro de 180 grados y emitía de nuevo un comunicado. “Manifestamos nuestra disposición a celebrar la mesa de diálogo entre Gobiernos acordada antes de las elecciones catalanas”, señalaba.
Desde el Gobierno trataron de reducir el efecto causado por el error del comunicado en que se anunciaba el retraso de la mesa de negociación. Dejando a un lado los virajes, dicen, el Ejecutivo demuestra que sigue apostando por el diálogo. Solo se está quebrando por las disputas entre los dos grandes partidos independentistas en Cataluña.
Desde ERC también tratan de minimizar las dimensiones de la crisis. Apuntan que el cambio de postura del Gobierno se debe a que Moncloa “ha entendido que la mesa es necesaria para desbloquear la situación en Cataluña”.
“Se lo hemos planteado así y el Gobierno lo ha comprendido”, explican. Luego añadían que la visita de Rufián a Sánchez “también tenía un componente de cortesía”.