Fernando Calahorro, diputado socialista, testigo del 23-F: “La duda era si había heridos o muertos por la ráfaga de disparos”

Fernando Calahorro, diputado socialista, testigo del 23-F: “La duda era si había heridos o muertos por la ráfaga de disparos”

Mucho se ha escrito y contado acerca de aquel 23 de febrero en el que la democracia en España pendía de un hilo. Sin duda alguna, quienes mejor pueden trasladarlo, son aquellos que lo vivieron en primera persona, aquellos que aquel día estaban en el hemiciclo. Tal es el caso de Fernando Calahorro Téllez, diputado socialista por Jaén en la I Legislatura (1979-1982) y II Legislatura (1982-1986). Hoy en Diario Progresista, no sólo nos cuenta lo ocurrido aquel día, sino también la repercusión que aquello supuso para la política de este país.

Como testigo de aquel intento de acabar con el sistema democrático por la fuerza, ¿qué puede contarnos de aquella tarde en el Congreso?
Eran las seis y veinte de la tarde. Nos encontrábamos en uno de los momentos más solemnes pues se estaba celebrando la votación de investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. Se disponía a emitir su voto el diputado socialista Manuel Núñez Encabo, cuando se oyó una ráfaga de metralletas e irrumpieron en el Congreso.

¿Qué fue lo primero que pasó por la cabeza a los allí presentes?
En realidad, al principio no pensamos que fuese un golpe de Estado, pensamos que era alguien que había entrado y la propia seguridad del Congreso se estaba ocupando o algo relacionado con el terrorismo puesto que por entonces, las bandas terroristas ETA y GRAPO se estaban reorganizando.

¿En qué momento fuisteis conscientes de lo que allí estaba pasando?
Bueno, en realidad, enseguida. En el momento en que entró Tejero con esa famosa frase que ha pervivido hasta hoy: “¡quieto todo el mundo!”. Hubo órdenes de echarnos al suelo, lógicamente, todos nos echamos al suelo. Las luces se apagaron y empezaron a rajar la tapicería de los sillones de quienes tomaban nota y, el material del que estaba relleno el sillón, comenzaron a quemarlo. Permanecimos así unos cuatro o cinco minutos. Cuando pasaron aquellos minutos, la duda era si había heridos o muertos por la ráfaga de disparos, algo que pronto se disipó y, afortunadamente no había ni muertos ni heridos de gravedad.

¿Cómo fueron transcurriendo las horas en el hemiciclo?
Cuando llegó la noche, nos fueron llegando noticias. Lógicamente, teníamos más preocupación con lo que estuviese pasando en las calles españolas que con lo de dentro porque, al fin y al cabo, lo de dentro lo estábamos viendo.
En un momento dado, sacaron fuera del hemiciclo a Felipe González, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Alfonso Guerra y Manuel Fraga. Nos temimos lo peor, por suerte, volvieron en perfectas condiciones.
También nos informaron de los planes de Milán del Bosch. Había alguien que tenía un transistor y por allí estábamos un poco al tanto de lo que ocurría fuera.
Había una enfermera, que con la disculpa de asistir a quien se encontrase mal, se acercaba a los diputados y nos transmitía tranquilidad.
Pero el momento de más tranquilidad llegó cuando tuvimos constancia del mensaje del Rey.

Como político activo en aquellos complicados años, y con toda tu experiencia como responsable político en distintas administraciones, ¿qué ocurría en aquellos momentos en España para que se intentase llevar a cabo este tremendo despropósito?
Sin duda alguna, en España se estaban viviendo momentos delicados. El país hacia frente a una profunda crisis económica que los Pactos de la Moncloa no pudieron atenuar del todo. El paro afectaba a muchos españoles. Pero, lo realmente grave, es que las bandas terroristas ETA y GRAPO se estaban reorganizando preparando lo que serían sus años más sangrientos.

¿Cómo finalizó?
Finalizó con el llamado “Pacto del capó”, que en realidad quedó en nada. Sobre el capó de un coche militar se firmó en unas cuartillas con membrete de las Cortes un documento para que se produjese la salida del hemiciclo.
Recuerdo que, cerca de mí, estaba Cipriano García, un gran político del Partido Socialista Unificado de Cataluña. Él decía que, cuando saliésemos a la calle, nos estarían esperando todos los trabajadores del cinturón industrial de Madrid para recibirnos con vítores y aplausos. Salimos y lo único que nos encontramos fue a periodistas y a los trabajadores del Congreso que estaban preocupados por sus compañeros. En cuanto a la sociedad, hubo un nuevo ejemplo de serenidad, algo que caracteriza a la sociedad española y es de agradecer, ejemplar en todo momento.

¿Qué ocurrió “después”?
Después hubo una unión total entre todos los partidos políticos. Se estuvieron comprobando los acontecimientos, chequeando los detalles por si existiese alguna posibilidad de que se pudiese repetir. Algo que ocurrió dos veces más, pero sin consecuencias. Un intento de golpe estaba previsto para el día 27 de octubre de 1982, en la víspera de la celebración de las elecciones que ganó el Partido Socialista.

Y el PSOE, ¿qué medidas y qué decisiones adoptó en aquel momento?
Yo entonces era Secretario General del PSOE en Jaén y pertenecía al Comité Federal del partido.

Se estuvo profundizando en los hechos. Y se decidió acelerar todos los proyectos que había en marcha. Seguir adelante con los Estatutos de Autonomía, conseguir el pleno cumplimiento de la Constitución y, sobre todo, dejar sin efecto las leyes franquistas que aún quedaban. Hay que destacar que, en relación a los Estatutos de Autonomía, precisamente el Estatuto de Autonomía de Andalucía recibió un gran impulso, algo que quizá, sin lo ocurrido, no se hubiese dado; podemos decir que el avance en ese estatuto es fruto del fracaso del golpe militar.

Para finalizar, ¿qué línea de actuación siguió en aquel momento el PSOE?
Una línea bien clara y coherente: trabajar más por la Democracia.
Hay que tener claro que, un año más tarde de aquello, el PSOE ganó las elecciones generales con amplia mayoría. Por lo tanto, queda claro, que la actuación del PSOE fue absolutamente correcta.
Y la auténtica Transición llegó entonces a España, con el primer Gobierno Socialista.

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