Paso a paso se acerca a la convocatoria del 26 de mayo y ganadores y perdedores del 28 de abril han abierto la campaña electoral con la tradicional pegada de carteles. Uno de ellos fue Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, quien ha querido despejar toda duda y cortar de raíz cualquier especulación sobre su salto a la política nacional: “Estoy donde quiero estar y donde me pusieron los gallegos”, ha repetido constantemente. Sabe que asaltar Génova en este momento sería dar el golpe de gracia al PP.
Con todo, en estas elecciones municipales y autonómicas va a dar la cara y a echar toda la carne en el asador para recuperar aliento para el partido. Y también mirándose el ombligo, puesto que perdió la primera posición en Galicia frente a los socialistas el pasado 28 de abril. Es consciente de que la fragmentación de la derecha pasó factura y no quiere que vuelva a repetirse.
Por eso, en la trasnochada pegada de carteles, hizo un llamamiento a la unidad de la derecha en torno al PP y frente a Vox. No quiere ser rehén de la ultraderecha y sabe que en muchos municipios no sumarán suficientes concejales para formar gobierno: “No hay ningún gobierno del PP con Vox en ningún lugar de España, y por ahí vamos a seguir” es su hoja de ruta. Un plan que pretende exportar al resto de España con un mensaje de moderación que ahora todos los populares invocan. Un plan con un doble objetivo: doblegar a la ultraderecha y evitar el triunfo de las izquierdas.
El desafío no es fácil. En Galicia debe lograr la movilización de los casi 700.000 gallegos que otorgaron su voto al PP en las autonómicas de 2016. También, saber moverse para unificar la derecha. Por último, virar y mirar al centro izquierda, donde el PSOE se ha hecho fuerte. Si todo eso lo consigue, emergerá como un gran nuevo líder nacional de la derecha.