Diez años luchando contra una terrible enfermedad, el Alzheimer, debilitado y víctima del coronavirus, ha llevado a Goyo Benito, mítico jugador del Real Madrid, a perder su último partido: el de su vida.
Seis ligas, cinco copas, veintidós veces titular en la Roja, Goyo Benito era más que un futbolista, fue el emblema del Real Madrid, una parte de su escudo, una buena persona, un defensa implacable.
Benito había nacido en Puente del Arzobispo, Toledo, en aquellos años 40 en los que jugar al fútbol llevaba inflaba sueños de grandeza y riqueza para cualquier menor.
De niño había sido campeón de jabalina hasta que, fichado por el Real Madrid en las categorías inferiores con tan solo 16 años y tras pasar dos años en el Rayo Vallecano, quedó como titular indiscutible en el primer equipo del club de su vida.
Junto con Pirri ha sido el único futbolista del Real Madrid que ha recibido de la Laureada del club.
De dureza implacable como defensa, el delantero de Gambia, Biri Biri, le llegó a súplicar: “Por favor, señor Benito, no me pegue más”. Dicen que Pirri le gritaba en un partido, “Goyo, al negro, que no se le notan los moratones”. Era otra época.
Benito forma parte del elenco de jugadores del club merengue que pasarán a la historia del balompié universal: Di Stefano, Velázquez, Santillana, Pirri, Amancio, Puskas… Jugadores de distintas épocas pero del mismo proyecto, el de las glorias deportivas.
Un defensa de ensueño, un muro implacable para cualquier delantero de Europa.