Exilio: Cernuda y la política

Por Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.

“¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mí están adonde
no estés tú…
-Luis Cernuda-

Hay exilios sin retorno no reconciliación. Ocurre en el tango en el que se pone toda la carne en el asador, en el que se juega al cuerpo a cuerpo, en el que la sangre abrasa invadida por los sentimientos, en el que la piel se eriza al palpitar de la música…
El regreso de Cernuda a Sevilla, fue lento. Cuando en las calles ya no se catalogase a nadie como vencedor o vencido. Pero él, con su mirada distante y extrañada, despertaba respeto. Y era verdadera la solidaridad que sentía consigo mismo, después de haber sido testigo, junto con Lorca, de los apodos indecorosos de “los otros”, aquellos que les llamaban “los maricas”.
El rechazo de la sociedad a su homosexualidad y a sus ideas políticas de izquierdas, abrieron una inmensa herida en el corazón del poeta. Pero la reconciliación con su tendencia sexual empezó a verse reflejada en sus versos. Por ello, entre los años 1928 y 1936, se desata un huracán, en una mezcla maravillosa y atrevida, en donde se conjugan el republicanismo, la homosexualidad y la rebeldía.
Envuelto por el talante surrealista de Marx toma voz, en boca de Cernuda y la transmite como “una protesta total contra la sociedad y contra las bases en que se sustenta”.
Cernuda mantiene sus ideas en el exilio. A pesar de tener todas las heridas abiertas. Por ello, no disimula sus sentimientos. Y les da la razón, acaso sin querer, a aquellos que estaban alimentando la leyenda: “Cernuda es un buen poeta y una mala persona”. Tras ello, empieza conversaciones de tú a tú, con la muerte, aquella que se llevó a su amigo Federico. Llevándola a la exaltación tras el asesinato de Lorca, con sus palabras: “Para el poeta, la muerte es la victoria”. Tal vez, intentando hallar un poco de consuelo con aquella macabra frase.
Por ello, cuando Cernuda regresa, del exilio, a Sevilla (cuando lo regresan…)… No habría quien escribiera discursos de bienvenida… Sólo silencio. Silencio y respeto. Porque, ya lo dijo Lorca, regresaba sin rendirse “con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sombra”.

“Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoniaco le impulsa por la
vida,
y si una fuerza ciega
sin comprensión de amor
transforma por un crimen
a ti, cantor, en héroe,
contempla en cambio, hermano,
cómo entre la tristeza y el desdén
un poder más magnánimo permite a
tus amigos
en un rincón pudrirse libremente…”
-Luis Cernuda-

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