Escándalo de corrupción en la Marina de EEUU

Un proveedor consiguió información secreta y contratos con sexo y lujos.
Al menos 30 oficiales y marinos de la Navy estadounidense han sido acusados y 60 almirantes están siendo investigados por delitos de corrupción. El sumario que instruye el caso revela que el empresario Leonard Glenn Francis, apodado El Gordo Leonard, obtuvo entre 2006 y 2013 información secreta de alto nivel y contratos militares gracias a los repetidos sobornos a oficiales y altos cargos de la Marina de los Estados Unidos, con decenas de prostitutas asiáticas, cenas carísimas en suites de hoteles de gran lujo, sobornos en efectivo de decenas de miles de dólares, relojes carísimos, botellas de coñac, cajas de puros, etc., que han desembocado en el mayor escándalo de corrupción de la historia de la Armada estadounidense.
La operativa del empresario se llevaba a cabo siempre en Asia, donde tiene la sede su empresa, en Singapur, dedicada a la logística y a la prestación de servicios a la Armada norteamericana. Se centraba en el USS Blue Ridge, el buque insignia de la VII Flota, que controla las operaciones en Asia y el Pacífico oriental, con 70 barcos y submarinos, 300 aviones y 40.000 efectivos a su mando. La Fiscalía dice haber descubierto que solo para los oficiales del Blue Ridge Glenn organizó 45 orgías, gastando más de un millón de dólares en comidas, alcohol, Cohibas, entradas para conciertos y trajes a medida. Los fiestas podían durar dos días y se celebraban en hoteles de cinco estrellas, el Shangri-La, de Hong Kong o el Manila de la capital filipina. Según ha declarado un comandante, “aquello era una locura, no parábamos de beber”.

A cambio obtuvo contratos y ventajas frente a sus competidores
Tal fue lo profundo que llegó a introducirse en el Alto Mando del Blue Ridge, que algunos oficiales se convirtieron prácticamente en sus espías, facilitándole movimientos de la VII Flota, adjudicándole contratas de repostaje, reparación y suministro, o cambiando los itinerarios de los barcos para atracar en los puertos donde él prestaba sus servicios. Incluso, le avisaban si aparecían inspectores. Sin embargo, en 2010, la frecuencia con que la VII Flota facturaba a la compañía de Glenn levantó sospechas y se abrió una investigación secreta que, tres años después, llevó a la captura del empresario en San Diego. Confesó y ahora está a la espera de juicio, enfrentándose a 25 años de cárcel. Veinte de los treinta oficiales y marinos acusados se han declarado culpables.

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