“En un lugar del Paseo de la Castellana: de Antonio Cánovas del Castillo a Mariano Rajoy Brey. 1887/2019” (II), por José Francisco Arribas Álvarez.

José F. Arribas Álvarez.

ACTO SEGUNDO. RESIDENCIA POR FORTUNA. ÁLVARO FIGUEROA, CONDE DE ROMANONES. UN COMEDIANTE SIN REMEDIO.
Lindando con la parcela de la Huerta de Cánovas, hacia el sur, se situaba otra que conocemos por “la ladera”, por ser una suave pendiente entre las calles de Serrano y el paseo de la Castellana, limitada con el actual centro comercial ABC Serrano, en su momento sede de Prensa Española, editora entre otras del diario ABC y de la revista Blanco y Negro.

La bajada desde Serrano hacia Castellana se efectuaba como hemos señalado a través de una serpenteante calle en forma de S -Martínez de la Rosa- que desembocaba en la Castellana donde hoy se sitúa la salida del garaje subterráneo existente y cruzando el paseo se continuaba con la calle de Rafael Calvo.

Así pues, la calle de Martínez de la Rosa, dividía la finca en dos y aún estando previsto que en la parte superior la de Serrano hubiera un jardín, la realidad urbanística fue la construcción de 12 viviendas unifamiliares con jardín individual de enorme tamaño (algunas de más de 700 metros) de las que la mitad tenían fachada a Castellana y el resto a Serrano. Promovidas por el Marqués de Salamanca, fueron diseñadas por el arquitecto Cristóbal Lecumberri y Gandarias (1819/1882), y construidas durante la década de 1870, existiendo tres clases en función de su tamaño -de este arquitecto se conserva en la calle Villanueva 18 un palacio que buscaba ser modelo de lo que se iba a construir en la zona y que nos puede servir de referencia para conocer lo construido-.

En uno de estos “hoteles” de la zona de Castellana, aproximadamente en el edificio de los números 36/38, tenía su residencia nuestro segundo protagonista, don Álvaro Figueroa y Torres, abogado, empresario y periodista, nacido y muerto en  Madrid  1863/1950 y más  conocido por su título de I conde de Romanones.

Fueron en algún momento vecinos de la zona: a) la hija de Larra, Adelaida que recibía las visitas del rey Amadeo I, en uno de estos hoteles; b) la hermana de otro rey, Alfonso XII, Eulalia de Borbón, viajera, divorciada y feminista que escandaliza a la casa real y a la sociedad pudiente de la época; c) el III marqués de Urquijo, Estanislao de Urquijo y Ussía, cuya nieta –V marquesa, María Lourdes-, traslada la residencia familiar a Somosaguas, y allí es asesinada junto a su marido en 1980; y d) Radio Nacional, que hasta los años 60 ocupa algunos de estos hoteles.

Entre 1912 y 1913, don Álvaro, ocupa intermitentemente la presidencia del Consejo de Ministros.  Proveniente de una acaudalada familia, destacaría de su faceta de empresario, la sociedad inscrita en el Registro Mercantil de Madrid el 23 de septiembre 1908, por un registrador mercantil, que en ese momento no intuía, que uno de los componentes de la sociedad sería en breve Presidente del Consejo de Ministros, y aún menos podía suponer que un sucesor suyo en el cargo de registrador, también lo sería más de un siglo después. La sociedad en cuestión es la “Compañía Española de Minas del Riff”, cuya inscripción es una delicia para los amantes de la historia española de principios del siglo XX. En ella los señores Clemente Fernández González, vecino de Madrid, Enrique Mac-Pherson Ramírez, de Cádiz y Antonio Güell y López, de Barcelona han conseguido una autorización de Marruecos para explotar minas de hierro en los territorios de la tribu Guelaya, cuyo material darán salida por el puerto de Melilla y por ello hay que construir un ferrocarril, precisándose autorizaciones de las autoridades españolas, y quien mejor para ello, que dos de los hermanos Figueroa, Gonzalo y Álvaro, este último ya un importante miembro del partido Liberal. La aventura fue cara, unos tres millones de pesetas (construir el Hotel Ritz, con solar incluido costó seis millones de pesetas y el palacio de la Bolsa de enfrente, sin solar tres). Su herencia empresarial minera, le venía de familia, que tenían intereses en La Unión, Murcia.

Pero don Álvaro, que académicamente hablando era un brillante jurista, es potenciado en la materia, por su suegro Manuel Alonso Martínez, burgalés ministro de Gracia y Justicia que participa activamente en la redacción del Código Civil publicado en 1889 y aún vigente. Nuestro vecino, se casa con su hija Casilda, 23 años más joven con la que tiene 7 hijos.

Tras del asesinato de Canalejas en 1912 en la Puerta del Sol de Madrid, queda convertido en jefe de una de las principales facciones del Partido Liberal, y en ese mismo año es nombrado Presidente del Consejo de Ministros, y en este su primer mandato, se establece el Protectorado de Marruecos, hecho que no debió resultarle desfavorable para los intereses que ostentaba en la empresa antes señalada. Sus intereses también coincidían con los de Francia siendo durante la Primera Guerra Mundial, un convencido francófilo, en oposición con la posición a favor de Alemania, de las élites del momento a las que pertenece por clase social.

Romanones y su gobierno también padecieron el bloqueo parlamentario a manos de los catalanistas de la Lliga Regionalista, hecho con el que también hubo de convivir, un siglo después el protagonista de nuestro cuarto acto.

Tras la instauración de la dictadura de Primo de Rivera se mantuvo al margen de la política, aunque en 1926 encabeza una conspiración que buscaba derribar al régimen costándole la broma una multa 500.000 pesetas. Caída la dictadura, pasó a formar parte del gobierno presidido por el almirante Juan Bautista Aznar, en el que se integró como ministro de Estado. Fue el Conde de Romanones el que concibió la restauración de la «normalidad constitucional» mediante la celebración de elecciones municipales, provinciales y finalmente, a Cortes. Careció obviamente del olfato necesario para intuir por donde iban los derroteros políticos y tras el resultado de las elecciones municipales de 1931 aconseja al rey Alfonso XIII a que abandone España, apoyado en ello por sus vecinos los Urquijo. Auténtico camaleón político, logra obtener su tradicional acta de diputado por su provincia de Guadalajara en tres ocasiones en la II República.

No participa en el golpe militar que llevó a Franco al poder, pero sí fue procurador de las primeras Cortes del nuevo período entre 1943 y 1946, en calidad de director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Monarquía, República o Dictadura, don Álvaro podía con todo.

No hay que olvidar su importancia en el ámbito de la prensa, ya que fue propietario desde 1896 del diario madrileño, El Globo y fundó El Diario Universal en 1903, y otros periódicos regionales de menor importancia. Y también recordar que fue miembro de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas , director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y presidente del Ateneo de Madrid.

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