“El sector de la alimentación del mundo apuesta por los productos antiobesidad”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
Hay una tendencia cada vez más acelerada en el mundo a disminuir, y en el límite a eliminar, el consumo de azúcar, sal y grasas en los alimentos. La razón es esta: el número de personas obesas se ha triplicado en el sistema global desde 1975; y la obesidad infantil ha aumentado 10 veces en ese período, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) de Naciones Unidas.

Este fenómeno está claramente vinculado con la expansión de los países emergentes, sobre todo los asiáticos, que han sido el hecho central de la economía mundial a partir de 1991. En ese momento, la implosión de la Unión Soviética unificó el sistema, y llevó la inversión de las empresas transnacionales fuera de los países avanzados por primera vez en la historia, volcándolas hacia el Asia, primordialmente China. En este momento, más de la mitad del PIB global corresponde a los países emergentes y en desarrollo; y en el continente asiático habita casi 60% de la población del planeta.

En este mundo, China se ha convertido en la segunda economía del sistema global (15.6 billones / 17% del PIB mundial). Lo ha hecho tras crecer 9.9% anual acumulativo a lo largo de más de 40 años a contar de 1978. En 4 décadas, la República Popular ha realizado 3 revoluciones industriales sucesivas, lo que el mundo occidental tardó en hacer más de 300 años.

El número de niños y jóvenes obesos entre 5 y 19 años subió de 6 millones a 74 millones en esta etapa, en tanto que las niñas de similar condición pasaron de 5 a 50 millones, con el agregado de que más de la mitad de este salto histórico se produjo en los países asiáticos, sobre todo China.

En el mundo avanzado, EE.UU. tiene el mayor porcentaje de niños y jóvenes obesos, con más del 20% del total, mientras que el promedio en Europa Occidental es 10%, la mitad del norteamericano. En síntesis, solo 0.8% de los niños y jóvenes del mundo eran obesos hace 40 años, y ahora son 7% de la población del planeta.

Por su parte, la población adulta obesa era 100 millones de personas en 1975, y aumentaron a 671 millones en 2016. A esto hay que agregar 1.300 millones de adultos con sobrepeso, que son los que se encuentran inmediatamente por debajo de la línea de obesidad.

El punto clave en esta materia es lo que sucede con los niños y adolescentes de esta condición, porque les asegura una vida de enfermedades crónicas como la diabetes aguda y problemas cardiacos de extrema gravedad.

En este momento, más de 20 países en el mundo han establecido impuestos especiales sobre el nivel de azúcar en las bebidas saborizadas. El objetivo de estas supertasas es aumentar el precio de las bebidas azucaradas para desalentar su consumo, en especial en los países emergentes y en desarrollo, en donde la población dispone crecientemente de recursos en materia alimentaria.

En este momento, la población que muere por enfermedades derivadas de la obesidad es superior a la que fallece por falta de nutrición; y en los próximos 5/ 10 años esta disparidad se duplicaría.

La industria agroalimentaria mundial ha percibido rápidamente el significado que tiene esta tendencia para su futuro. Lo hace guiada por la opinión pública de los países avanzados, todavía hegemónica en el plano mundial. El resultado es que ella impone sus pautas educativas, de salubridad, y también de alimentación. La industria alimentaria global practica el principio de que “el cliente siempre tiene razón”, se ajusta a ella, y se adelanta a sus conclusiones, ofreciendo al mercado bebidas carentes de azúcar (“dietéticas”), y lo hace a través de una amplísima publicidad.

Nestlé, la mayor empresa alimentaria del mundo, al igual que Coca Cola y otras se han volcado a la presentación de productos no azucarados, modificando incluso la estructura de los cristales de azúcar a través de mecanismos de carácter genético. Es la biología genética de avanzada puesta en acción.

Atrás de esto hay un factor decisivo del proceso de globalización, que ha establecido que el factor estratégico decisivo de las cadenas transnacionales de producción de agroalimentos no está situado en la etapa manufacturera, sino en el consumo (lo que se denomina el público); y la regla ahora y siempre de las compañías exitosas es que son capaces de ajustarse a su época, y vivir, prosperar de acuerdo a sus exigencias.

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