“El precio de ser feminista en Ceuta”, por Sandra López.

Sandra López.

Realmente no sé cómo empezar uno de los artículos más importantes de mi vida. Un artículo que necesitaba escribir desde hace mucho tiempo, no para convencer a nadie de mi realidad, sino para contar aquello que precisamente llevo tatuado en mi piel “que nadie calle tu verdad”.

Pero voy a iniciarlo como bien me aconsejó una amiga, “por el principio y haciendo un relato de todos los hechos” que me permita detallar uno de los momentos más difíciles que he experimentado desde el punto de vista mediático, a pesar de estar acostumbrada a las amenazas de muerte, esas que me hacían cuando denuncié el discurso de Benaissa “ y las mujeres que usan perfumes son unas fornicadoras”, o a los comentarios misóginos en cada una de mis firmas.

Pero esto era distinto desde el primer momento que tocaron a mi hija, a mi amiga y a mi entorno laboral. Esto ya no era una crítica a mis pensamientos feministas y activismo, esto se convirtió en una caza de brujas contra mi persona. Esto desencadenó en un acoso sin precedente y en una acusación por unos delitos que, bajo mi punto de vista, yo nunca había  cometido.

Comienzo.

El 13 de junio de 2019 nos despertamos con una fatídica noticia que saltó no únicamente a todos los medios locales, sino a los nacionales. Una noticia que tenía, según la prensa, un denominador común, “Un Guardia Civil se suicida tras disparar a su mujer, que resultó herida”.

Expresiones  como “se atrincheró con su hijo menor”, “tras una fuerte discusión”, “se quitó la vida cuando las Fuerzas de Seguridad, una vez que la mujer salió ensangrentada, se disponía a entrar al domicilio” estaban en los artículos. Y lo que era más importante, tanto la Delegación del Gobierno como la Jefatura Superior de Policía decretaron el suceso como un caso de violencia de género, activando la Ciudad Autónoma el protocolo que hay para ello.

Lo que he contado son datos objetivos que se pueden comprobar simplemente dándole al Google.

Por tanto, ante esta primera realidad, ¿qué se espera del movimiento feminista? La condena.

Y así fue como nos manifestamos en la Plaza de los Reyes como se haría en cualquier otro territorio.

Pero esto es Ceuta, y lejos de mi asombro, en vez de una tajante tolerancia cero a la violencia de género y a la realidad de unos datos que en ese momento teníamos sobre la mesa, lo que pude comprobar fue la historia del revés. Las redes se llenaron de insultos contra la que, según las fuentes oficiales,  era la víctima.

Así fue como el 14 de junio, un día después, escribo un artículo de opinión “Ante la duda, la mujer siempre será la culpable”. Y lo hice porque esa es mi lucha, porque soy integrante de la Plataforma Feminista de Ceuta, la Presidenta de Búscome y la ex Secretaria de Igualdad del PSOE de Ceuta. Lo hice porque eso es lo mínimo que se puede esperar de alguien que tiene entre sus objetivos acabar con el machismo. Lo llevo haciendo toda mi vida, aunque haya quienes quieran fusilarme o empujarme a la hoguera.

Continuo.

El 23 de noviembre de 2019 se levanta el secreto del sumario y se concluye que no hubo intención por parte del Guardia Civil de dañar a su mujer, pues la bala rebotó de la cabeza de él hacia las dos piernas de ella. Es decir, deniega que fuera un caso de violencia de género sino un suicidio en presencia de su familia. Y es así como se cierra el caso y comienza la segunda parte, desacreditar al movimiento feminista y aprovechar estos hechos para justificar el discurso negacionista de la violencia de genero.

¿Qué hace entonces la Plataforma Feminista? Remitir un artículo de opinión acatando la resolución judicial.

Pero para el movimiento promovido por Vox, a costa del sufrimiento de una familia, no era suficiente y las redes se coparon de acusaciones contra la Plataforma Feminista de Ceuta y contra mi persona, mayormente contra mi persona. Posteriormente se creó una asociación que avalaba que la violencia no tenía género y se me coaccionó para que pidiera perdón, si no quería verme en los Juzgados.

Así fue cuando el 1 de diciembre escribo otro artículo de opinión donde expongo que “Por respeto, el mismo que no han tenido conmigo, no voy a dar mis argumentos sobre unos hechos concretos que bien merecen un análisis más profundo, más que un perdón, que también, pero no disfrazado del misógino más reaccionario. No escondido detrás del discurso falaz de las denuncias falsas y la criminalización sobre las mujeres, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia”.

¿Qué quería decir con ese artículo? Que yo no tenía ningún problema en pedir perdón, pero un perdón de verdad y no forzado por la manipulación de ese momento. Porque lejos de respetar a una persona que ya estaba muerta, se estaban aprovechando de ella con fines muy medidos, mezquinos y sucios.

Y entonces se produjo.

El 9 de diciembre de 2019 anunciaron una querella contra mí persona por injurias y calumnias, donde se me pedía una indemnización de 40.000 euros. Comienza el circo para ellos y mi calvario. Me explico, mi calvario no por la demanda, demanda que no tenía ningún fundamento como ahora explicaré, sino por la persecución, el acoso, el hinchamiento, y el infierno al que estuve sometida todo ese tiempo. Empezaron a llegar a los móviles de una gran parte de la ciudadanía de Ceuta fotos mías, comentarios de mí, vejaciones, insultos, ataques a mi vida personal y profesional. Me acorralaban por la calle, empezó el desfile por parte de su abogada en los medios, invadieron las redes, me desacreditaban en cada uno de los artículos que escribía y tocaron a mi hija. A su móvil llegaron ataques contra su madre, escribieron a las madres de sus amigas, al entorno de mi hermana, a las familias de mis alumnos y alumnas, y a mis amistades. Ceuta monopolizó ese tema. Y se me condenó sin más.

Además, se me acusó de obstruir a la Justicia por no aparecer al acto de conciliación, un acto de conciliación al que no era obligatorio acudir y que la Justicia impone antes de formalizar la demanda, por si las partes quisieran  llegar a un acuerdo. Y yo no quería. Se me acusó públicamente de huir de la justicia por no estar localizada, cuando sabían perfectamente donde vivía y donde trabajaba y se me persiguió diariamente, incluso mandando a los medios una foto personal que capturaron del estado de una persona inventándose la falacia de que me estaba riendo de la familia de Brahim, manipulando la realidad e invadiendo el ámbito privado y profesional.

¿Y dónde acabé realmente? En urgencias, con un ataque de ansiedad y una crisis brutal como nunca antes había tenido.

Dejé de escribir artículos de opinión, de acudir a determinados lugares. Lloraba de emoción y agradecía si alguien me saludaba porque me llegué a creer que la gente me repudiaba. Me hicieron creer su juego y acabé anulada.

Ha pasado más un año y ahora es cuando puedo hablar. Y lo puedo hacer no únicamente porque ha prescrito cualquier delito que quisieran acometer contra mi persona, sino porque en todo este tiempo lo único que han hecho es jugar con la opinión pública, intentar destruirme y avalar la campaña política del momento de la extrema derecha.

No, no presentaron ninguna demanda. Al menos en el Juzgado no hay nada. Seguramente porque sabían que yo no injurié ni calumnié porque yo no fui quien juzgó el caso como violencia machista, pero claro, yo era la pieza fácil y era inviable ir contra la Administración y los medios de comunicación.

En cambio, ahora soy yo la que tiene que pensarse interponer una denuncia contra la persona promotora de acusarme públicamente de un delito que jamás cometí. Se lo debo a la gente que me quiere y a quienes dieron la cara por mí. Al resto no se lo tengo en cuenta. Por eso, tras este artículo, espero que nunca nadie más se atreva a señalarme públicamente en nada relacionado con Brahim porque anotaré el nombre de cada una de las personas que lo haga. Hasta aquí llegó mi silencio.

Por lo pronto, será la justicia la que tendrá que pronunciarse contra una denuncia que interpuse en febrero del año pasado contra M.T. por acoso y que fue admitida a trámite este verano.

No todo vale.

Yo estoy dispuesta a pagar un precio muy alto por ser feminista e ir contra la cultura patriarcal, pero no a dejarme machacar. Acepto que se me cuestionen mis ideas, ¡faltaría más!, pero no que por mis ideas arremetan contra el resto de las facetas de mi vida.

Por último, y ahora sí, pido disculpas a la familia del Guardia Civil por si en algún momento mi artículo de opinión pudiera haber dañado cierta imagen que yo no formé. Mis condolencias.

Pero a mí, ¿quién me pide perdón?

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