“El planeta de los simios”, por Javier García Gago.

Javier García Gago.

Uno de los finales cinematográficos más impactantes que recuerdo dentro del género de la ciencia ficción (con permiso de Kubrick y Ridley Scott) es el de “El planeta de los simios” (la original, la de Schaffner), quizás porque la vi en mi adolescencia (allá por el año 76 o 77, en un programa, “sábado cine” que sin duda muchos de ustedes conservaran en la memoria), quizás porque en aquella época había otra forma de ver cine (se reflexionaba más que se consumía). Uno pasaba los días siguientes destripando los recuerdos de imágenes y argumentos hasta la extenuación… y la reflexión de aquella película era obvia… ¿Cómo era posible que la raza humana pudiera ser tan estúpida como para destruirse a sí misma por no llegar a acuerdos que permitieran su propia supervivencia?

Aquella inolvidable imagen de Charlton Heston maldiciendo al género humano contra los restos de la estatua de la libertad parece hoy más vigente que nunca. Porque, como la realidad siempre supera a la ficción, me parece estar viviendo ahora la situación que determina el final de la película. Y es que resulta que cuando más importante es la unidad para actuar contra el que debiera ser el enemigo común, es decir el virus, algunos parecen preferir la discordia para alcanzar otros objetivos. Para ellos el virus aparenta ser un enemigo secundario. El enemigo principal, el que va a acabar con nuestra civilización tal como la conocemos y va a dar lugar a una nueva realidad, es el gobierno comunista-bolivariano, rojo y masón de Pedro Sánchez, que está utilizando el virus a modo de eutanasia generalizada y, para mas inri, no usa corbata negra. Porque, por lo que se ve, para estos señores el color de la corbata del presidente es, no ya solo una razón de estado, sino además, uno de los elementos que puede acabar definitivamente con la pandemia mas allá de una vacuna. Igual lo prioritario sería acabar con la pandemia de mezquindad que últimamente se ha extendido por ciertos sectores sociales. Y seguro que el número de afectados es bastante mayor que el de los afectados por coronavirus.

Creo que convendría dejar claras dos cosas. La primera, que si queremos evitar la extensión de la pandemia (creo que lo sabe todo el mundo, pero algunos ya parecen haberlo olvidado) es esencial limitar la libre circulación (en mayor o menor grado, dependiendo de las circunstancias), que es un derecho fundamental reconocido por la Constitución del 78. Y la única posibilidad que da el ordenamiento jurídico de limitar derechos fundamentales (más allá de las resoluciones judiciales) es la declaración de los estados de alarma, excepción y sitio. Y el estado de alarma es el menos intrusivo de todos. Me parece irresponsable que se hable de alternativas… Cualquier otra solución no puede limitar un derecho fundamental, ya que solo puede hacerse mediante ley orgánica. Y el artículo 3 de la ley orgánica de medidas especiales en materia de salud pública (del que algunos hablan mucho últimamente) solo es aplicable a enfermos constatados y personas que hayan estado en contacto con ellos. Tal solución no sería suficiente para atajar un repentino rebrote. Y desgraciadamente de sobra sabemos como se comporta el virus.

También habría que dejar claro que la gestión de esta crisis no ha sido exclusiva del gobierno del Estado. Existen diecisiete gobiernos autonómicos, 38 diputaciones provinciales (y 3 forales), más de 8000 gobiernos municipales, 7 cabildos y 4 consejos insulares y las competencias afectadas por esta crisis son en la mayoría de los casos compartidas. Parece que ninguno de estos apologetas del apocalipsis que ahora surgen, fundamentalmente  en redes sociales, se ha parado a pensar que tanto la sanidad como las residencias de ancianos son competencias autonómicas y las consecuencias derivadas de su falta de previsión no se pueden ahora adjudicar por conveniencia política a otro. ¿Es acaso la inexistencia de mascarillas y EPIs responsabilidad del gobierno central cuando no tenía competencias en la materia en el momento del brote? Pero no creo que sea momento ni de buscar culpables ni de exigir responsabilidades. Creo que es momento de unidad. Seguro que en la gestión de esta crisis todos hemos cometido errores (y nosotros como ciudadanos también). Pero, como decía Churchill (ya saben ustedes, un político del Partido Conservador británico que  dirigió un gobierno tan comunista-bolivariano, rojo y masón que pactó con el mismo Stalin), “el éxito es la capacidad de pasar de un error a otro sin perder el entusiasmo”. Si queremos alcanzar el éxito debemos aprender de los errores que sin duda todos hemos cometido… y el gobierno también, por supuesto. Y, sobre todo, no podemos perder el entusiasmo.

El problema es que algunos están mas empeñados en buscar culpables (léase atribuir responsabilidades) que soluciones. Y esto último no se les debe dar muy bien porque lo cierto es que nunca les hemos escuchado propuesta alguna más allá de poner en tela de juicio las del gobierno. Por eso insisten en responsabilizarlo de errores propios y ajenos. Creen que el enemigo a batir no es el virus sino el gobierno. Y que cualquier medio vale para derribarlo. Igual es que prefieren que, como en la película, acabemos gobernados por simios.

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