“El fin de la guerra de Ucrania es un requisito para el crecimiento económico pero corre peligro por la debilidad de EEUU”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
El crecimiento económico desatado tras el cierre del mundo económico por la pandemia global del COVID corre el riesgo de frenarse en seco en muchos países del planeta. El precio de las materias primas desatado tras el enorme consumo global lógico en un periodo de crecimiento, se suma las restricciones agregadas de una europea que depende de Rusia y que tiene estrechos lazos comerciales con Ucrania.

La automotriz alemana Volkswagen insiste en la necesidad de un acuerdo de paz con Rusia. Porque la preocupación por el abastecimiento de energía a Europa es creciente. Piden separar la estrategia estadounidense de la realidad europea. Herbert Diess, presidente y máximo ejecutivo de Volkswagen, la principal empresa automotriz de la República Federal, y número uno del mundo, reclamó la semana pasada terminar con la Guerra de Ucrania a través de un acuerdo negociado con Rusia, y de esa forma abrir de inmediato la economía mundial y dar impulso nuevamente al comercio internacional, que tiene en Alemania a uno de sus tres principales protagonistas.

Más de la mitad de los automotores que produce Volkswagen lo hace en China, que es un mercado superior al de Alemania y la Unión Europea (UE) sumados. Agregó Diess que “…si continúa freno del mercado global, Europa será el continente más perjudicado, y Alemania será el país más golpeado por esta crisis mundial creada por la Guerra de Ucrania”.

El Ministerio de Finanzas alemán señaló que un abrupto recorte del gas ruso a la República Federal provocaría una caída de 12 puntos porcentuales en el PIB unos 429.000 millones de euros que son 460.000 millones de dólares, y esto provocaría la mayor recesión de la historia de Alemania desde 1949.

Volkswagen emplea a más de 500.000 personas en Europa, pero su principal mercado es la República Popular; y VW sola o a través de sus subsidiarias, Audi, Porsche y Skoda, vendió el año pasado en China más de 6 millones de unidades (1 automóvil cada 9.2 segundos). Herbert Diess señaló que el efecto de la Guerra de Ucrania “…era mucho peor para la economía mundial que la pandemia del coronavirus”; y que, al convertirse en un fenómeno de largo plazo, “que puede durar muchos años”, estaba provocando una ruptura profunda y probablemente irreversible en las cadenas globales de valor, que son las plataformas de la producción transnacional, y el núcleo del capitalismo del siglo XXI.

La industria automotriz que encabeza VW en Europa, y junto con Toyota de Japón, también la del mundo, es una de las principales cadenas globales de valor; y como tal está experimentando aumentos generalizados de precios, escasez de energía, y elevadas tasas de inflación. La amenaza que significa esta guerra para Alemania y Europa es enorme, sostuvo Diess, el ejecutivo más importante de la actividad automotriz alemana, que junto con la industria química, es la que ha convertido a la República Federal en la tercera potencia exportadora de la manufactura mundial. “Hay que negociar, hay que dialogar con Rusia, porque lo que queremos ante todo es terminar con la Guerra de Ucrania”.

El significado de lo que exige imperiosamente el líder industrial alemán es el siguiente: negociar con Rusia es reconocer en primer lugar la legitimidad de sus intereses de seguridad respecto a Ucrania, que consisten esencialmente en su no incorporación definitiva a la OTAN.

En segundo lugar, se necesita un acuerdo entre EE.UU. y Rusia, al que se incorporen Francia y Alemania de un lado, y China del otro, sobre un nuevo sistema de seguridad internacional fundado en el reconocimiento de la seguridad en igualdad de condiciones de todos los países del mundo, sin detrimento de ninguno en particular.

El objetivo es excluir toda posibilidad de una escalada en la guerra, que implique ni siquiera como posibilidad el recurrir a las armas nucleares de ningún tipo o tamaño. Lo que hay que evitar ante todo es colocar a Putin en un callejón sin salida, que implique una amenaza existencial para Rusia como estado y nación. Esto es lo que no hay que hacer. Por su parte en Europa han reaparecido las voces que reclaman nuevamente autonomía estratégica para la región frente a EE.UU. Es la “herencia gaullista”, el principal legado del General De Gaulle para la cultura estratégica europea.

“No estamos en guerra con Rusia”, dijo Emmanuel Macron en Estrasburgo; “…y buscamos un arreglo que permita el retorno de la paz en nuestro continente; y ante todo no debemos ceder a la tentación de humillar al presidente Putin”. Mario Draghi, premier italiano, le dijo a Biden en Washington personalmente: “ha llegado el momento de emprender el camino de la paz; y EE.UU. y Rusia deben dialogar, porque no hay otra forma de garantizar la seguridad del continente que negociar con los rusos”.

Todo depende ahora de lo que suceda en EE.UU. con el presidente Joe Biden en las elecciones de medio término de noviembre de este año, cuando casi 80% de los norteamericanos sostienen que el rumbo del país está equivocado y más de 60% rechaza su administración; y la totalidad de las encuestas indican que los demócratas perderían en forma abrumadora el control de las dos cámaras del Congreso. En suma, el presidente Joe Biden es un Comandante en Jefe de un EE.UU. en guerra global con Rusia extremadamente débil, el más débil de la historia norteamericana en una situación semejante. Lo que torna la situación tan peligrosa en Ucrania no es el poderío de EE.UU, sino la debilidad del jefe de la Casa Blanca.

Lo crítico en una situación de crisis es la debilidad, no la fuerza. EE.UU. tiene en este momento crucial de su historia y la del mundo un Jefe de la Casa Blanca extremadamente débil. De ahí el riesgo enorme para la superpotencia y el mundo. Por eso es que los herederos de De Gaulle en Europa le reclaman negociar y acordar con Rusia, poniendo fin a la Guerra de Ucrania.

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