“El comienzo estaba en el fin”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mientras observaban que las nubes se estaban tragando el horizonte, ellos, todos, comenzaron a reunirse en torno al fuego, y se observaban, nerviosos… Sus manos temblorosas intentaban esconder el pavor de lo que presentían, pero mantenían la distancia, al fin y al cabo, el odio hacía años que había hecho un nido en sus corazones.

Luego, fue apareciendo ese color que lo ensombreció todo… Y el miedo se asentó en sus miradas. Ahora sí que intentaban tocarse, sentir que había alguien ahí para cuando llegase el final. Ansiaban, sólo eso, el roce de una mano, sentir la piel de su enemigo que le cubría, la que soñó en algún momento hacer pedazos y la que intentó truncar su futuro. Se miraban todos, unos a otros, y el miedo les hacía crujir… ya no intentaban idear otra zancadilla, ni estar alerta por si alguien llegaba a su espalda. Ahora se sentían iguales. El odio iba muriendo, poco a poco.

Finalmente, fue un enorme estruendo, como una explosión que arrasa con todo. El tiempo se detuvo y, al abrir los ojos, se encontraron abrazados, los unos a los otros. Mirando a su alrededor, observaron la devastación del paisaje, el desastre en sus casas… no quedaba nada, nada había quedado en pie. Pero todos ellos, volvieron a mirarse… angustiosamente, fueron contando si faltaba alguien, si había perecido alguno de sus “antiguos” enemigos, pero no…

Fueron enemigos, el odio les había carcomido el corazón y el alma. Pero, ahora, angustiados, lloraban con sólo imaginar que alguno podía haber fallecido en aquella desgracia que había venido de arriba, que ninguno de ellos preparó y ninguno de ellos intuyó…

No quedaba nada en pie. Pero estaban todos vivos. Entonces se volvieron a abrazar, entre lágrimas y risas. Podía haber sido el final, pero en realidad fue el principio. Era el momento de empezar de nuevo, dejando atrás el odio y caminando, juntos, hacia la misma dirección. Tuvieron la posibilidad de empezar, de soñar, de ayudar y de perdonar. Aquel final significó la muerte del odio: así fue como empezaron a amar.

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