El coche y el tiempo

Por Alfonso Zamora Saiz.
El pasado mes de noviembre ha sido especialmente complicado en cuanto a la contaminación del aire en Madrid. La falta de lluvia que limpie el ambiente ha provocado que la nube de polución no se depure y se agrande, con lo que los medidores de las estaciones han sobrepasado los límites fijados en la legislación en materia de calidad de aire y el Ayuntamiento ha procedido a aplicar los protocolos anti-contaminación fijados en la norma.
El protocolo consta de una serie de medidas pero, de todas ellas, la que más trasciende y afecta al ciudadano es la restricción del tráfico en la ciudad. Dependiendo de la severidad de la medición se procede a limitar la velocidad, el aparcamiento o el tránsito no en el centro de la ciudad, sino en la ciudad misma, en el interior de toda la M-30.
Dentro de los vecinos y vecinas de Madrid existen opiniones casi para todos los gustos en este tema, desde los que defienden a ultranza el uso del coche como vehículo indispensable y su primacía sobre consideraciones medioambientales hasta los amantes de la bicicleta y la proliferación de su uso para ir a trabajar, pasando por los que por necesidad o por comodidad siempre toman el transporte público para moverse por la ciudad.
Desde el consistorio, Inés Sabanés, como concejala de Medio Ambiente, ha llamado reiteradamente a la responsabilidad ciudadana ante el protocolo anti contaminación para que limiten al máximo el uso del vehículo privado y lo sustituyan por el transporte público o por medios de transporte ecológicos. Pero se ha visto en este mes cómo, el propio gobierno municipal empieza a plantearse si esta batería de medidas son efectivas, ante la constatación de que, haya o no avisos, haya o no multas, seguimos usando el coche casi igual para movernos. ¿Por qué tenemos esta necesidad tan grande de coche?
Diferentes estudios muestran que el tiempo medio que se tarda en llegar al trabajo en Madrid se encuentra alrededor de los 45 minutos, mientras que en capitales como Luxemburgo se reduce hasta los 15 minutos. Por otra parte, en la city londinense el tiempo medio alcanza la hora. En España la media se sitúa en unos 25 minutos, frente a los 32 minutos a nivel global, pero un 35% de los trabajadores le dedica al transporte más de una hora. Ganar tiempo de ocio, de familia, personal, es calidad de vida en la sociedad en la que estamos, y los seres humanos urbanos hacen literalmente lo que sea para ganar este tiempo.
Cuando se habla de la excelente red de metro que existe en Madrid, pocas veces se hace mención al número tan grande de averías que sufre, a la cantidad de líneas que se paran por término medio al día, con el consiguiente retraso en el tiempo tanto de espera como de trayecto. Se saca pecho de una red muy compleja, que da servicio a casi todo un área metropolitana, pero no se incide en el tiempo que se invierte de punta a punta. Dependiendo del trayecto, de las retenciones, de las vías a tomar, de la posibilidad o no de aparcamiento, el coche nos ahorra algo de ese tiempo.
El uso del coche también tiene que ver con la conciliación y con la llegada a casa. Por mucho embotellamiento que se produzca, la gran mayoría de los que usan el coche a diario para desplazarse a su lugar de trabajo lo hacen para salvar unos minutos, tanto al despertar como al llegar. Nuestros horarios, como es sabido, se encuentran desplazados con respecto a los países de nuestro entorno, lo que ocasiona que entremos más despacio a trabajar (que en la mayoría de casos no es más tarde), que tengamos pausas para comer más largas y que salgamos mucho más tarde. Cuando Europa ha terminado de trabajar a las 17 horas, los españoles están “produciendo” calor en sus sillas hasta las 19, las 20, las 21 o más. Una verdadera ley que obligue a las empresas a respetar los horarios de salida de sus trabajadores sin horas extras no pagadas ayudaría a que ganar 10 minutos por la tarde no fuera tan esencial, congestionaría el tráfico a la hora punta, pero disuaría al usuario mucho más de coger el coche para ir a trabajar.
Los días de protocolo nivel 2 se prohíbe aparcar en toda la ciudad salvo residentes, pero se les olvida que ya muy poca gente aparca salvo residencia, porque no hay tantos bolsillos que soporten el precio del parquímetro a diario, además de los horarios hasta las 9 de la noche, sábados por la mañana, y la limitación al tiempo que se puede estacionar con el mismo ticket.
Se nos pide que no contaminemos, que no cojamos el coche los días de protocolo activado. Pero nadie piensa que hay gente que hasta se ha planteado (o lo ha hecho), comprar un coche de segunda mano de matrícula par o impar, diferente a la de su coche, para poder tener un automóvil disponible todos los días, independientemente del citado protocolo. Cuesta mucho creer que toda la población sea tan insensible al medio ambiente y tan cómoda como para tomar medidas tan drásticas y tan costosas para el bolsillo propio.
Como de costumbre, el problema es uno, mucho más complejo, que el que se intenta transmitir. Debajo del fracaso del plan anti contaminación están razones mucho más mundanas, de movilidad, de modelo laboral y de modelo social que nos acaban empujando a la insolidaridad con el entorno, mucho más de lo que querríamos en nuestra naturaleza más primaria.

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