Editorial “Refugiados”

Los recorridos informativos son tan cortos como los latidos de nuestro corazón. Duran un segundo en nuestras conciencias o en nuestro pecho, respectivamente, y a nadie parece importarle recuperar su recuerdo.
Siguen apiñados en Moria (Lesbos), en Grecia o en Italia. Son niños de la guerra cuyos padres buscan un lugar, ya no soñado, sino tan solo y al menos para que puedan sobrevivir. Quedamos, los unos y los otros, en repartirnos su acogimiento.
Y en eso ha quedado, en nada, en casi nada, en datos que revelan la miseria de nuestro comportamiento. España, sin duda, es uno de los países que menos refugiados ha acogido en relación a lo que prometió.
Y es que las promesas se las lleva el viento. Y el viento nos llevará a una historia que redactarán aquellos que quieren lavar sus conciencias. Pero la historia la debe escribir la gente. Sobre cómo nos acogieron cuando nosotros huíamos y cómo nosotros mismos les dimos la espalda cuando entonces llamaron a nuestra puerta.

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