Editorial “Corrupción sistémica”

Las acusaciones de Corinna son de una gravedad sin precedentes. Por acusar al Rey Juan Carlos de tener cuentas en Suiza, por delatarle en el uso de testaferros incluida ella misma, por acusar a los servicios de información de amenazas.
Una cosa es tener un director general, un secretario de estado o cualquier otro cargo público que haya metido la mano en la caja, y otra bien distinta es que la corrupción esté instalada en la médula espinal del sistema.
Oriol Pujol, uno de los hijos del inefable Jordi Pujol, reconoció ayer sus pecados en sede judicial. Cierto es que los reconoce para salvarse de nuevas penas, verdad que lo ha negociado para evitar procesos, pero, al fin y al cabo, ha terminado afirmando que cobró mordidas. Vamos, que es un corrupto.
Pero las acusaciones de Corinna van mucho más allá. El problema, pues, es cuando la corrupción forma parte del sistema linfático de la democracia. Cuando no es periférica, sino central. Cuando se gesta desde Génova, en uno de los casos, o desde el Palau de la Generalitat, en este feo asunto. O, peor aún, desde la Jefatura de Estado en forma de presuntos blanqueo y delito fiscal.
Ocurre que, al mismo tiempo, al ser precisamente corrupción central, al ser protagonizada por los elementos nucleares del sistema, la impunidad o la defensa del corrupto sirven como protección para que la metástasis impregne de porquería la democracia y la libertad.

1 thoughts on “Editorial “Corrupción sistémica””

  1. Ya un viejo Refrán lo advierte, diciendo que » EN LA OLLA, NO METAS LA POLL*»,,..pero es que siempre …¡¡VAMOS DE SOBRADO¡¡… y así pasa.¡¡

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