“Desdibujando paisajes”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solis · @mangelessolis1.
Como quien trata escapar de un silencio absurdo, caminaba a la vez que sus latidos se desbocaban. Sus pisadas, firmes, se alargaban como sombras, gritando por dentro ya que sus labios permanecían sellados.

Solo cuando duele el alma, es cuando llegamos a comprender el dolor. Ese dolor que es un rechinar de dientes mientras que una faca de doble filo se incrusta en las entrañas. Nos bebemos nuestras lágrimas y, por ello, no podemos ver claramente el paisaje. El contorno de nuestro horizonte, grabado a fuego desde la niñez.

Pero el tiempo pasa y nos hace creer que las viejas heridas quedaron en simples cicatrices. Pero es en los anocheceres, cuando las luces se despiden en una paleta de tonos rojizos, es entonces cuando, las viejas heridas, vuelven a sangrar. Y los recuerdos nos plantan cara. Nos reprochan no recordar aquel paisaje, no echan en cara aquel abrazo en el que nos fundimos con el olvido.

Las lágrimas nos limpiarán el alma. La niebla absurda que nos invade se disipará y veremos, con claridad, aquel paisaje de antaño: aquellas peñas que recortaban el horizonte, aquel cielo azul, aquella silueta macabra del campanario de la iglesia, aquel campo de plata…

Caminamos desdibujando los paisajes donde conocimos la felicidad por miedo a que nuestra risa no vuelva a ser tan limpia como entonces. Pero olvidamos que aquellos recuerdos serán los que llenen nuestra mochila, porque la vida es eso, caminar…

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