“De churras, merinas, culos y témporas”, por Javier García Gago.

Javier García Gago.

Creo que,  con la que está cayendo, convendría recordar algunas obviedades, para que los principiantes en el arte del periodismo empiecen a diferenciar las churras de las merinas y los culos de las témporas. Solo por clarificar algunos conceptos. Y no es porque sean confusos, no. Mas bien es porque algunos pretenden confundirlos para arrimar el ascua a su sardina. Y, como dice el dicho, al pan, pan, y al vino, vino.

Pues es que resulta que como las desgracias nunca vienen solas, a esta desgracia que nos ha caído ahora (al coronavirus me refiero), se le añade otra de mas viejo cuño, la de la manipulación. Y es que nunca falta quien intente pescar en rio revuelto, ya sea pescador o aficionado.

Y es que ya se sabe que los tiempos han cambiado mucho desde que allá por el 63 lo profetizase Dylan, y ahora cualquiera con un móvil en la mano conectado a redes sociales pretende ser periodista. Y no solo eso, sino que además algunos nos sueltan diatribas supuestamente moralizantes, cuentan lo que les parece sin rubor alguno, y, cuando se intentan contrastar los hechos, pretenden ampararse en la libertad de expresión para reivindicar su derecho a propagar falsedades a los cuatro vientos.

Y claro, es que una cosa son los las opiniones, cuya difusión está amparada en la libertad de expresión, derecho recogido en el apartado a) del artículo 20.1 de la Constitución del 78, y otra muy distinta las informaciones, cuya comunicación y recepción conforma la libertad de información, recogida en el apartado d) del mismo artículo, siempre que las mismas sean veraces. Es sencillo: las opiniones son libres, las informaciones deben ser veraces.

Y la diferencia entre unas y otras es también sencilla, informaciones son los relatos o narraciones de los hechos, que están sujetos a prueba y no son opinables. Opiniones son precisamente las conclusiones que se extraen a partir de los hechos, que están basadas en la ideología (incluso en los prejuicios) y, en algunos casos (aunque debería ser en todos), en el razonamiento. Las informaciones dan lugar a noticias y las opiniones a artículos de opinión. Esto, que es tan sencillo y obvio, no parecen tenerlo claro muchos de los nuevos periodistas amateurs que se arrogan el derecho a mentir amparándose en la libertad de expresión.

La libertad de expresión nunca ampara la mentira, solo ampara la opinión, que por definición no es ni verdad ni mentira… es opinable. Tampoco el derecho a la información ampara la mentira, ya que solo ampara la difusión o recepción de información veraz. Veraz no quiere decir necesariamente verdadera, sino que requiere que el profesional haya realizado una verificación de su autenticidad, lo que se denomina contrastar la noticia. Esa es la doctrina tanto del Tribunal Supremo como del Constitucional.

Como se ve, la frontera entre el periodismo y el derecho es difusa, porque en el mundo jurídico funciona del mismo modo. Como siempre les repito a mis alumnos, una cosa son los hechos y otra los fundamentos de derecho. Los profesionales del derecho podemos argumentar lo que queramos, pero los hechos necesariamente hemos de probarlos. En un juicio se confrontan dos opiniones jurídicas, pero solo se tendrán por ciertos los hechos probados. Si el argumento jurídico está basado en hechos que no resulten probados, la sentencia no puede ser favorable. En definitiva, la ley no ampara la difusión de mentiras, que pueden ser perseguidas penalmente como delitos de calumnias o injurias. Es realmente sencillo.

Por eso, por lo sencillo que es, no entiendo lo que está pasando. No entiendo la campaña de bulos a la que estamos sometidos. Hace algún tiempo un señor dijo que una mentira repetida mil veces se convertía en verdad. Manipuló a toda una sociedad, primero para alcanzar el poder, y después para mantener el apoyo social a un régimen ferozmente dictatorial y sanguinario aún cuando se estaba desmoronando. Era ministro de propaganda del tercer Reich y se llamaba Göebbels. Era realmente un maestro en el arte de la manipulación.

Y claro, es que uno que conoce la historia tiene miedo de que se repita… Aunque igual estoy mezclando las churras con las merinas y los culos con las témporas… ¿o no?

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