Seis muertos y 52 detenidos en el asalto al Capitolio

Cuatro muertos y 52 detenidos en el asalto al Capitolio

El asalto al Capitolio protagonizado por miles de partidarios de Donald Trump acabó, como podía esperarse, con muertos, heridos y detenidos. Seis personas fallecieron, 14 policías resultaron heridos y se practicaron 52 detenciones.

La demencia de un presidente saliente convirtió el centro del poder legislativo estadounidense en un polvorín y luego en un campo de batalla. Ni el Departamento de Defensa ni el de Seguridad Interior hicieron nada hasta que fue tarde.

El cobarde de Trump se mantuvo en silencio durante dos horas. El propio vicepresidente Mike Pence, que presidía la sesión conjunta de Congreso y Senado para ratificar los resultados electorales, tuvo que ser evacuado.

El mero trámite de ratificación se tornó en un esperpéntico asalto al Capitolio más digno de conspiraciones hollywoodienses tipo Asalto al poder u Objetivo, la Casa Blanca. El problema es que ese asalto no es de potencias o grupos extranjeros, sino un golpe de Estado perpetrado por el propio Trump.

Hasta el ex presidente George W. Bush, el único máximo mandatario republicano vivo, comentó gráficamente la ‘jugada’ del todavía Jefe del Estado: “Así es como se disputan las elecciones en una república bananera”.

De “insurrección” calificó el asalto al Capitolio “llevado a cabo por personas cuyas pasiones han sido encendidas por falsedades y falsas esperanzas”. Vergonzoso que un ya derrotado presidente se comporte como un niño caprichoso.

Sólo cuando ya los ‘insurrectos’ llevaban tres horas en el interior de la sede del poder legislativo estadounidense el cobarde de Trump envió un tweet diciendo a sus seguidores ‘perros falderos’ que “os vayáis a casa”.

El asalto al Capitolio comenzó a las seis de la tarde

No contento, insistió en creerse su propia mentira y volvió a denunciar un supuesto fraude que solo cuaja en su cabeza demente. “Tuvimos una elección y nos la robaron. Fue una elección en la que arrasé. Y todo el mundo lo sabe, sobre todo los del otro bando”, escribió.

Poco después de las seis de la tarde hora local, al ritmo de Macho Man del setentero grupo Village People –paradójicamente icono del movimiento LGTB— los partidarios del todavía Jefe del Estado se iban acercando al Mall.

Asistían a un mitin en el que Trump seguía exacerbando a las masas, llamando a Joe Biden “presidente ilegítimo”. Insistió en no aceptar los resultados electorales, pese a que los más de 80 recursos presentados fueron rechazados por los jueces. Incluso jueces de marcado carácter republicano.

Y después, lo inevitable. A pesar de las reiteradas peticiones de la policía del Capitolio, el Departamento de Defensa no envió refuerzos. Tampoco el Departamento de Seguridad Interior. Solo cuando la sede del Poder Legislativo llevaba ocupada dos horas, anunciaron que enviarían soldados y policías.

Todos los legisladores –435 representantes y 99 senadores— tuvieron que evacuar el Capitolio, yendo al sótano del edificio. Tal era la situación que la policía les ordenó que se pusieran máscaras antigás, los llamados ‘cascos de huida’. El propio Pence, también evacuado, calificó los hechos como una “insurrección”. Gravísimo.

Trump se inventó una ley

Tal vez esperaba Trump que su vicepresidente invocara una ley inexistente por la que podía declarar nulos los resultados electorales en los seis estados en los que necesitaba ganar. Obviamente, Pence se negó, básicamente porque es ilegal y todavía hay entre los republicanos gente sensata.

Entretanto, trece senadores del partido del todavía Jefe del Estado pusieron en duda los resultados, siguiendo como perros falderos a su líder y en contra de la línea marcada por el propio Partido Republicano.

El propio jefe republicano en el Senado, Mitch McConnell, uno de los mayores aliados de Trump durante su mandato, llamó al asalto al Capitolio el intento de “cambiar el resultado de una elección, y llevada a cabo por los perdedores”. Una actuación que “amenaza con llevar a nuestra democracia a una espiral mortal”.

La demencia de Trump, por suerte, no ha llegado a ninguna parte, salvo para los cuatro fallecidos que han pagado con su vida la locura de este salvaje. Un sacrificio estéril que no era necesario. Al final, Biden ya es presidente. Solo falta que jure el cargo.

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