“Crónica mínima de la fundación de la corriente de opinión “Izquierda Socialista” en su 40º aniversario” (III), por Eusebio Lucía Olmos.

Eusebio Lucía Olmos.

Los días 21 y 22 de julio se celebró en la FSM una asamblea de cerca de 200 representantes de las agrupaciones locales, en la que se eligió el documento de trabajo a debatir entre los tres presentados. Por 68 votos, se optó por la ponencia “crítica”, obteniendo 65 la de las “59 tesis”, y 51 la “unitaria”, por lo que se convirtió ésta en el árbitro de la situación, aunque finalmente no lo fuera con la suficiente efectividad. Los partidarios del sector más a la izquierda negociaron el apoyo del grupo de Alonso Puerta, frente a la estrategia de enmiendas a la totalidad adoptada por el sector moderado. El texto definitivo presentado como ponencia por parte de la FSM para el congreso de septiembre, que contenía elementos de los dos grupos protagonistas del acuerdo, fue aprobado por 87 votos, 1 en contra y 36 abstenciones. De mantenerse esta relación de fuerzas, implicaría para el sector moderado, más próximo a González, la imposibilidad de hacer prosperar sus tesis. No obstante, el ex primer secretario eludía prudentemente pronunciarse por cualquiera de las ponencias presentadas en sus visitas a todas las Federaciones defendiendo su liderazgo político, afirmando que el socialismo era demostrable con el análisis y la solución de los problemas, y calificando de dogmáticamente conservadores a quienes se definían de izquierdas.

Una semana antes del Congreso Extraordinario Federal, celebró el suyo la FSM, con objeto de confirmar el texto de la ponencia aprobada, así como la elección de los 38 delegados que le correspondían. La Agrupación Socialista Universitaria consiguió abrir la ponencia a ciertas aportaciones convergentes o similares procedentes de otras Federaciones. Y en cuanto a la elección de la lista madrileña, el proceso fue más complicado por la dificultad de llegar a un acuerdo de lista única, incluso ante un hecho relevante más para el distanciamiento entre críticos y oficialistas, como fue el encabezamiento de la lista por parte del secretario general de la Federación Socialista Madrileña, Alonso Puerta, quien no llegó a ningún acuerdo para ceder el puesto al primer secretario, Felipe González, pretendiente de la cabecera con sumo interés, como era tradición. Finalmente, la delegación estuvo compuesta por 20 miembros de la “Tercera Vía”, 14 del “Sector crítico”, y 4 del grupo de las “59 tesis” (Felipe González, los dos Joaquines –Leguina y Almunia– y Javier Solana). La cabecera de la lista fue para Alonso Puerta, pero el más votado fue Joaquín Leguina.

La Gestora echó el resto en la preparación y cuidados detalles de un Congreso que se presumía crucial para el futuro del partido, fijando las fechas de 28, 29 y 30 de septiembre para su celebración. Ya el lema elegido –FORJAR EL SOCIALISMO– recordaba el yunque del primitivo símbolo, subrayando la neutralidad imperante. Se desechó como sede el Palacio de Congresos de la Castellana, donde se había celebrado la edición de mayo, volviendo al Hotel Meliá Castilla, el mismo escenario en que lo fue tres años antes el 27º Congreso, a pesar de su menor aforo, por lo que serían únicamente 420 los delegados convocados. Pero, los protagonistas apuraban al máximo el poco tiempo que les quedaba. Quince días antes de su celebración, Luis Gómez Llorente insistía en que la solución ideal para el debate interno sería una integración de posiciones doctrinales, aunque asegurara que cada día crecía el número de militantes que daban su apoyo al sector crítico. Ante un nutrido grupo de periodistas, el vicepresidente del Congresos de los Diputados, a quien acompañaban Bustelo, Joan Garcés, Fernando Morán y Manuel Turrión, presentó una lista de un centenar de firmas de cualificados cuadros como apoyos al manifiesto de su grupo. Se incluían los consabidos nombres de Pablo Castellano, Manuel Abejón, Joaquín Martínez Bjorkman, Joan Pastor, Manuel Sánchez Ayuso, Javier Paulino, Enrique Moral, Josep Font y José Luis Espejo, entre otros. En su texto se reafirmaba el marxismo como ideología básica del pensamiento socialista”, reiterando la compatibilidad de un partido de lucha y movilización de masas con una organización de amplia base electoral sin desnaturalizar su ideario. Al mismo tiempo, insistían en su propósito de llegar a un entendimiento con los partidarios de González, aunque éste reaccionase enseguida manteniendo su firme negativa a cualquier tipo de acercamiento. Las iniciales expectativas del grupo crítico para obtener entre el 40 y el 60% de los votos de los delegados, que les permitiría compartir la ejecutiva, se vieron de este modo defraudadas al obligarse a aquellos a elegir entre Marx y González.

El 28º Congreso había establecido un sistema de voto por delegaciones, que pasó prácticamente desapercibido por el ardor de la contienda sobre el marxismo, pero que reforzaba en exceso el voto de las mayorías en detrimento del pluralismo interno y las minorías. Las agrupaciones no elegirían ya directamente a sus delegados, sino que el portavoz regional ostentaría el voto del conjunto de éstos, lo que dificultaría la representación de las corrientes de opinión, por mucho que se reconocieran estatutariamente. Y aunque el partido reafirmase la asunción del marxismo como instrumento teórico, crítico y no dogmático, para el análisis y la transformación de la realidad social”, y reconociese en el PSOE su carácter de clase, de masas, democrático y federal”, redujo su marxismo a una más entre otras fuentes de inspiración del socialismo, habiendo prorrumpido los delegados en gritos de “¡Felipe, Felipe!”, incluso por los pasillos antes de comenzar las sesiones. En medio de ese ambiente y con esas normas se celebró el cónclave extraordinario de septiembre, significando un clamoroso triunfo para Felipe González –quien recuperó la tradicional denominación de secretario general, en medio de entusiastas aclamaciones de los delegados– y sus propuestas de “reformismo radical”, como quedó demostrado con el resultado. Su candidatura obtuvo el 88% de los votos, frente al escaso 7% de la presentada por Luis Gómez Llorente. Ésta incluía como presidente a Justo Martínez Amutio, con el propio Gómez Llorente como candidato a la secretaría general, y a quienes acompañaban Pablo Castellano, Francisco Bustelo, Enrique Moral, Manuel Abejón, Vicent Garcés y Jerónimo Saavedra, entre otros, constituyendo el verdadero germen de la corriente interna de pensamiento denominada a partir de entonces “Izquierda Socialista”, aunque careciese todavía de una organización formal en la que apoyarse.

A pesar de que este sector consiguiera, al menos, que la resolución congresual contemplase la posibilidad de aceptar las corrientes de opinión, el texto aprobado no incluía los detalles para ello, lo que supuso nuevas discrepancias internas acrecentando la distancia entre críticos y oficialistas. Así como entre los propios críticos, tal como demostró la reacción que el entonces líder de los más radicales –Carlos López Riaño–, tuvo hacia el “unitario” Alonso Puerta, a quien recriminó su actitud durante el reciente cónclave federal. El correspondiente Congreso madrileño elevaría la tensión entre los tres sectores –el “moderado”, de Joaquín Leguina; el “crítico”, dividido entre el de Carlos López Riaño y el de Gómez Llorente, junto con De la Rocha y Moral; y la “Tercera Vía” de Puerta y Revilla–, durante su celebración los días 8 y 9 de diciembre de 1979. Tras interminables intentos de pacto, los socialistas madrileños no llegaron a ningún acuerdo, a pesar de que tanto Felipe González como Luis Gómez Llorente acudieran a la asamblea con intención de mediar entre los bandos enfrentados. Ya de madrugada, apareció una cuarta lista con los próximos a Gómez Llorente, Manuel de la Rocha y Enrique Moral, candidato el primero a secretario general, en un intento desesperado de conjugar la “Tercera Vía” con el sector crítico menos radicalizado, pero fue enseguida retirada, enfrentándose las tres señaladas. Y ello, a pesar de los infructuosos intentos del presidente de la mesa, el “crítico” Modesto Nolla, de rechazar la presentación de la candidatura de Puerta por haberlo sido unos minutos fuera de plazo. La división de la izquierda posibilitaría la victoria de los oficialistas en la persona de Joaquín Leguina, tras ser rechazada la gestión de la ejecutiva de Puerta por 6.006 votos en contra, 90 a favor y 2.310 abstenciones. A pesar de tan manifiesta desaprobación, la candidatura de Leguina obtuvo 2.500 votos; la de Puerta, 2.400; la de López Riaño, 1.800; más 1.000 votos y blanco y otras 1.000 abstenciones. La izquierda del partido sufrió una espectacular fractura interna, acabando con el hasta entonces denominado “Colectivo Socialista de Madrid”, con lo que perdió la posibilidad de hacerse con la dirección madrileña, que tuvo al alcance de su mano, si López Riaño hubiera mantenido el acercamiento con Puerta.

Los nuevos triunfadores contaban con el apoyo de la ejecutiva federal, mientras el sector crítico perdió no solamente el Congreso, sino la cohesión que hasta entonces había unido a sus bases. No podía negarse que el nuevo modelo de partido federal, junto a la apertura del camino hacia el establecimiento del Estado de las Autonomías, dificultaba la existencia de las corrientes de opinión, aunque el año 1980 fuera fundamental para su aparición. De hecho, desde finales de enero, un pequeño grupo de críticos, entre los que estaban Manuel de la Rocha y Enrique Moral, iniciaron encuentros con la nueva directiva regional. Es más: la nueva ejecutiva madrileña elaboró el documento “Líneas Generales de Actuación para 1980que, una vez aprobado por el comité regional, fue ofrecido al sector crítico de López Riaño para que incluyese a uno de sus miembros en el secretariado permanente de este comité. Su aceptación reforzó la posición de Leguina, relegando a Puerta y al resto de los críticos que no aceptaron el acuerdo, lo que vino a agravarse con la dimisión “a fortiori” del presidente de la Diputación Provincial de Madrid, el “unitario” Carlos Revilla. El “sector crítico” y la “Tercera Vía” le dieron su apoyo, absteniéndose en la votación para elegir a su sustituto, nombramiento que finalmente recayó en el alcalde de Majadahonda, José María Rodríguez Colorado.

Hasta que el domingo, 16 de noviembre de 1980, se hizo público en la sede de Tomás Bretón, el manifiesto de presentación de la corriente Izquierda Socialista, encabezado por Luis Gómez Llorente, y acompañado de la mayoría de miembros del sector crítico de la FSM. A la reunión, que se hizo coincidir con la del 15º Congreso de la Internacional Socialista en Madrid, acudió una multitud de militantes, que conocieron un documento político de un preámbulo y veinte apartados. El texto reflejaba el conocido ideario de la izquierda del socialismo español, teniendo como horizonte el programa máximo del partido, y reclamando un funcionamiento democrático en todos los niveles y la libertad de funcionamiento de las corrientes de opinión. Alertaba sobre la deriva ideológica del partido y el culto a la personalidad, destacando la necesidad de generalizar la formación dentro de la organización. En el multitudinario acto de presentación intervinieron los compañeros “críticos” Elvira Domingo, Pablo Castellano, Alonso Puerta, Fernando Burgos y Manuel Turrión, siendo cerrado brillantemente por Luis Gómez Llorente. Todos ellos subrayaron los tres principios básicos sobre los que quedaba asentada la corriente: sus referentes ideológicos marxistas, la defensa a ultranza de la democracia interna en la organización y los pactos con las organizaciones políticas a su izquierda. La reacción de la dirección del partido no se hizo esperar, siendo la nueva secretaria de organización, Carmen García Bloise, quien llamó a capítulo a los firmantes por iniciar la creación de una corriente de opinión no permitida por las normas internas. Bien en cierto que, pasados unos meses, se fue consintiendo su existencia hasta que se celebró la correspondiente Conferencia para oficializarla.

Pero, el proceso disgregador de UCD y la dimisión del presidente Adolfo Suárez, así como el intento de golpe de Estado de 23 de febrero y sus consecuencias, junto al estallido del conocido como “caso Alonso Puerta” –en que éste, segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento madrileño, denunció a dos altos directivos del propio Grupo Municipal Socialista por percibir comisiones, valiéndole al denunciante la expulsión del partido–, fueron episodios que ralentizaron el proceso de creación de la todavía clandestina Izquierda Socialista. Incluso los representantes de la corriente retiraron la lista de delegados con la que, encabezada por Manuel de la Rocha, tenían previsto concurrir al 29º Congreso Federal de octubre de 1981, aduciendo no verla suficientemente representada. Sin embargo, sí acudieron al 3er Congreso de la FSM, en diciembre de 1981, compitiendo con su lista, encabezada por Luis Gómez Llorente como presidente, y con Manuel de la Rocha como secretario general, con la “mayoritaria”, presentada por Joaquín Leguina, como secretario general, y José Acosta, como presidente. Ésta se alzaría con el triunfo, con un 71% de los votos, mientras que la de Gómez Llorente obtendría un escaso 23%. La gestión de la ejecutiva saliente, defendida por Leguina, superó las duras críticas con que la juzgaron Manuel de la Rocha y Antonio García Santesmases, obteniendo el 63% de votos a favor, 26% en contra y 11% abstenciones. En cuanto a la ponencia referente a la elección de cargos, defendida con infructuoso ardor por los representantes de Izquierda Socialista, fue pospuesto su estudio hasta la Conferencia Federal de Organización, ya convocada por el 29º Congreso Federal.

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