“Crónica mínima de la fundación de la corriente de opinión “Izquierda Socialista” en su 40º aniversario” (I), por Eusebio Lucía Olmos.

Eusebio Lucía Olmos.

Los propios ex portavoces y líderes de la corriente, Antonio García Santesmases y Juan Antonio Barrio de Penagos, hacen coincidir los orígenes de la fundación de este grupo, dentro del socialismo español actual, con la celebración de su 28º Congreso (mayo de 1979). Justifican su nacimiento por la polémica interna suscitada con los oficialistas durante los dos años y medio trascurridos desde el Congreso anterior (diciembre de 1976), en el que se aprobó una ponencia política de inspiración marxista radical, a la vez que el partido se vio también obligado a participar de inmediato en la reforma política centrista y los correspondientes consensos – incluido el constitucional –, provocando el creciente desencanto de un buen número de afiliados y simpatizantes. Ambos analistas y protagonistas centran la controversia en la definición ideológica del partido, la estrategia política a desarrollar y el nuevo modelo de organización a construir, aunque reconociendo ser éste el alto precio que hubo que pagar por la reforma, ya que no imposible ruptura, con los cuarenta años de franquismo. Los estatutos entonces vigentes respetaban la libertad de expresión, pero prohibían las corrientes de opinión y tendencias organizadas, hasta la celebración de la Conferencia Federal de Organización, en marzo de 1983, en que se reconocieron y abrieron cauces de participación a las minorías.

Los historiadores especializados en este periodo no llegan, sin embargo, a ningún acuerdo acerca del proceso evolutivo que vino sufriendo el socialismo español durante los años setenta, discutiendo entre renovación o refundación. El profesor Abdón Mateos subraya las diferencias entre el caso español y los socialismos francés, portugués o griego, defendiendo la existencia de una mera renovación en nuestro caso, a partir de la continuidad de la segunda generación del exilio y la clandestinidad, no existiendo por tanto ni ruptura con el pasado ni refundación. Por su parte, el prestigioso historiador Santos Juliá afirma que la transformación radical de su organización, militancia e ideología, sufridas por el nuevo PSOE, suponen una verdadera refundación, que comienza con el 25º Congreso de 1972, teniendo como hitos centrales los de Suresnes de 1974 junto al “consentido” de Madrid de 1976, y culminando con el extraordinario de 1979; al mismo tiempo señala como gran novedad con respecto a la tradición socialista española la fuerte presencia del nuevo núcleo sevillano como elemento distorsionador del histórico triángulo formado por asturianos, vascos y madrileños. El propio líder sevillano, en su acertado camino hacia el de la totalidad del socialismo español, hizo en agosto de 1976 una contundente declaración – Cuando nosotros decimos que nuestro partido es marxista, tenemos serias razones para decirlo” –, a la que tres años más tarde renunciaría formalmente.

Los resultados de las primeras elecciones de la democracia (15 de junio de 1977), dieron ya al partido socialista más de 5 millones de votos y 118 diputados, situándole como fuerza hegemónica de la izquierda, muy por delante de los comunistas. El pueblo español ha tenido memoria”, dictaminó la ejecutiva socialista, por lo que tan importante resultado, así como el considerable crecimiento que venía experimentando la organización a partir del referendum sobre la ley para la Reforma Política (15 de diciembre de 1976), vino a darle la razón a Felipe González en su cambio de rumbo de la organización. Las escasas 150 agrupaciones representadas en el 27º Congreso se habían convertido dos años después en 2.400, y los 9.000 militantes en cerca de 100.000. Y, aunque la afiliación se mantenía entre la clase obrera, el partido atraía sobre todo a empleados, funcionarios, trabajadores por cuenta propia y profesionales libres.

En cualquier caso, en el socialismo español de finales de los años setenta se habían ido configurando dos posiciones enfrentadas, alejadas de las habidas otrora entre caballeristas y negrinistas o las más recientes de llopistas y “sevillanos”, pero siempre herederas de las antiguas tendencias según el espectro convencional de izquierda y derecha. Una, que acabaría siendo mayoritaria, liderada por Felipe González, quien – por contra de cuando él ejerció la crítica ante Llopis – veía incompatible un exceso de radicalismo con la posibilidad de gobernar, siendo apoyado por sus más fieles seguidores en número creciente. Creían éstos imprescindible un proyecto reformista, moderado, autónomo y fuertemente disciplinado, sin vinculación alguna con otras fuerzas políticas. Y una segunda minoritaria, que fue agrupando a otros pequeños colectivos contestatarios hasta quedar encabezada por los veteranos militantes madrileños Luis Gómez Llorente, Pablo Castellano y Francisco Bustelo, quienes – cada uno a su modo – reivindicaban las resoluciones del 27º Congreso (diciembre de 1976), receptor del apoyo unánime de todo el socialismo internacional: autogestionario, conectado con otras fuerzas de izquierdas, y defensor de una política exterior neutralista. Incluso algunos protagonistas de esta segunda tendencia fijaban como el incipiente distanciamiento entre ambas sus alejadas opiniones ante las medidas aprobadas, carentes de consulta con la ejecutiva, de aquellos acuerdos que se denominaron “Pactos de la Moncloa”, en octubre de 1977. Para ellos, el partido fue pronto cayendo en el liderazgo, el culto a la personalidad y el electoralismo, liquidando la democracia interna y olvidando su carácter de partido de masas. La prensa denominó a esta corriente “crítica” o “radical”, frente a la “oficialista”, cuyo líder culminó su carrera hacia el moderantismo a la vista de los resultados electorales – aunque no tan buenos como los esperados – de marzo de 1979. Las distintas concepciones entre la definición ideológica de la organización, la estrategia política a desarrollar, el modelo de partido a construir, así como el hiperliderazgo de su principal dirigente, fueron incrementando el distanciamiento entre oficialistas y críticos.

En el nacimiento del sector influyó también la reacción de algunos de éstos hacia las modificaciones orgánicas que se habían ido introduciendo en la organización, y que estallaron aquel decisivo año 1979 para la historia del socialismo español, aunque los medios de difusión centraran la atención en el provocado debate interno sobre la aceptación del marxismo. Ni que decir tiene que las inesperadas declaraciones previas de Felipe González a la prensa, en mayo de 1978 en Barcelona, así como otras en vísperas ya del 28º Congreso, en Gijón, sobre su abandono de dicha doctrina – “el error de declararse marxista” –, abrieron una clara deriva hacia la denostada socialdemocracia y el consiguiente culto a la personalidad del líder, como su aplastante victoria en el congreso extraordinario de septiembre de 1979 vino a confirmar. Tal alejamiento de los principios primigenios, produjo de inmediato la consiguiente reacción de una cierta amalgama de militantes críticos de cara a la inminente convocatoria congresual, preparando resoluciones en las que reafirmaban el carácter marxista, revolucionario y antimperialista del partido. La reciente integración de diversos grupos con distintos matices socialistas y niveles de compromiso en su lucha antifranquista – desde socialistas regionalistas y católicos “convergentes”, hasta tiernistas y ucedistas de Fernández Ordóñez – amplió la tradicional pugna entre los veteranos obreristas, en su mayoría disciplinados y moderados históricos acompañados por ciertos intelectuales, frente a los renovados jóvenes radicales, casi todos ellos universitarios y profesionales pero no obreros. No obstante, continuaba creciendo de manera notable el censo de militantes, a costa de una importante dispersión del credo ideológico defendido, lo que a la vez alejó a numerosos “auténticos”. Aunque, justo es reconocer que algunos de los que adoptaron pose de “críticos”, cuando ya se intuían seguros gobiernos, lo hicieron sencillamente porque el partido había desoído sus pretensiones de ocupar cargos, volviendo al moderantismo cuando los consiguieron o se los prometieron desde las instancias oficialistas.

1 thoughts on ““Crónica mínima de la fundación de la corriente de opinión “Izquierda Socialista” en su 40º aniversario” (I), por Eusebio Lucía Olmos.”

  1. Eusebio: ¿En estos momentos IS sigue existiendo de forma organizada en alguna parte del territorio español¿
    Y de ser así:
    ¿Quienes son sus dirigentes¿
    Gracias por la respuesta
    Javier Marín

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