“La crisis energética global afecta también al crecimiento de China”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
La crisis de productos energéticos debido al parón del Coronavirus ha hecho que China decidió aumentar 20% la franja fluctuante de precios establecidos por el mercado para el carbón que se utiliza en la producción de electricidad, que es la principal fuente energética de la República Popular, en la que cubre más de 60% de su demanda.

Pasa cuando se aproxima el invierno, y el auge de la demanda energética ha sido extraordinaria el último año como resultado de la recuperación de la economía que provocó la extraordinariamente efectiva resolución de la pandemia del coronavirus, que, tras estallar en enero de 2020 con epicentro en Wuhan, provincia de Hubei, fue controlada en su totalidad en el segundo trimestre del año, en un ejercicio de movilización y autodisciplina verdaderamente incomparable.

Al mismo tiempo, se impulsó un alza de la producción en las grandes provincias carboníferas del Noroeste, cuyo eje es la Región Autónoma de Mongolia Interior, ubicada en la frontera con Rusia, y que alcanzaría a más de 30% en los próximos 12 meses (unos 98 millones de toneladas).

El mecanismo de precios de la industria generadora de electricidad sobre la base del carbón fue establecido en febrero de 2020, de acuerdo a los precios de cada región según lo que surgía de las distintas estaciones de la red nacional, con una fluctuación entre 10% más elevada y 15% menor de los valores del mercado. Esa oscilación ha sido ahora llevada a 20% en uno u otro sentido.

El auge notable de la demanda energética china responde a la convergencia de dos fenómenos: fue la única gran economía del mundo que creció el año pasado (2,1% anual); y se expandiría este año 9% o más, arrastrada por un boom de consumo de alcance global (6,9 billones de dólares). El ciclo chino se ha adelantado uno o dos trimestres a la recuperación global.

El comercio exterior ha crecido 30,5% en los primeros seis meses del año, como respuesta al alza extraordinaria de la demanda mundial. Esto es lo que ha aumentado notablemente el precio del carbón en los mercados internacionales (hoy es 202 dólares la tonelada), tres veces por encima de 2019, acompañado por un alza fenomenal de los costos del transporte marítimo.

China importó 198 millones de toneladas de carbón en los primeros seis meses del año, de los cuales compraba en Australia más de 70 millones de toneladas hasta el año pasado; y esto sucede cuando la República Popular consume más de 4.000 millones de toneladas de carbón por año y es de lejos el principal consumidor del mundo.

Los principales proveedores de carbón de la República Popular son hoy Indonesia, Canadá, Rusia, y EE.UU. (en donde las compras han aumentado 7 veces este año en relación a 2020), en ese orden, en tanto que Australia ha perdido prácticamente esa condición.

La crisis energética china, que afecta sobre todo a las provincias del Norte y Noroeste, es la primera de alcance global; y esto ocurre cuando el mundo está ya en una fase avanzada de la transición energética entre los combustibles fósiles y las fuentes limpias (no contaminantes) de energía, destinada a combatir el cambio climático (o calentamiento de la atmósfera) que es el gran desafío de la época.

Esto sucede cuando la capacidad instalada de generación eléctrica de la República Popular asciende a 2.240 millones de Kilowatts este año, suficiente para cubrir la totalidad de su demanda; y de este total, ya más de 30% son energías renovables (eólica, solar, hídrica, y nuclear, ante todo).

El mercado de vehículos eléctricos e híbridos de China sería de 60/80 millones de unidades en 2030; y se estima que más de un tercio de la polución en las grandes ciudades de la Republica Popular proviene de los motores de combustión interna, que superan más de 280 millones de unidades en este momento.

El vuelco masivo de la producción de autos híbridos y eléctricos en China es parte de una estrategia de largo plazo destinada a solucionar el flagelo del “cambio climático”, y representa en el despliegue en gran escala del “capital humano”, y reduce sistemáticamente la intensidad energética por unidad de producto. La República Popular ha logrado reducir 40% la intensidad energética por unidad de producto en los últimos 10 años; y la “economía digital”, por donde tramita la CRI, sería 50% del producto en 2025 para trepar a 70% o más en 2030.

La represa hidroeléctrica de Baihetán, la segunda del mundo después de las “Tres Gargantas”, cumplió la semana pasada 10 días desde su plena inauguración, con una capacidad de generación de 1 millón de Kilowatts (KW) por hora. Por eso se han ahorrado el equivalente a 876.000 toneladas de carbón, y se ha reducido la emisión de dióxido de carbono (CO2) en 2.180 millones de toneladas.

La forma en que enfrenta la crisis energética es parte del esfuerzo de la República Popular para lograr que el pico de la emisión de CO2 se alcance en 2030, y se logre la completa neutralidad en materia de dióxido de carbono en 2060, que es el objetivo histórico fijado por el presidente Xi Jinping, coincidente con la decisión de que para entonces la República Popular vuelva a ser el Imperio del Medio del siglo XXI.

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