Este domingo ha arrancado la nueva etapa de Luiz Inácio Lula da Silva al frente de Brasil al convertirse formalmente en presidente del país.
A los actos protocolarios no asistió el jefe del Estado saliente, Jair Bolsonaro puesto que se encuentra fuera de Brasil. Así se lo recomendaron sus abogados.
De este modo, Lula da Silva inicia un tercer mandato, después de que gobernara el país entre 2003 y 2010.
Durante este periodo, especialmente entre 2006 y 2010, se incrementó notablemente el peso internacional del gigante sudamericano. La brasileña llegó a ser la sexta economía mundial.
Así, uno de los mayores empeños de Lula fue reducir la pobreza en un país donde más de 33 millones de personas pasan hambre.
Además, sólo un 40% de la población cubre plenamente sus necesidades alimentarias. En ese sentido, según Oxfam, Brasil ha retrocedido a la década de los noventa del siglo pasado.
Asimismo, otros de los retos a los que se enfrentará el presidente son la inseguridad, la inflación (6% en noviembre) y la desaceleración económica.
Respecto a esto último, el Banco Central brasileño calcula que el PIB crecerá un 2,9% en 2022 y alrededor del 1% en 2023.
Socialmente, Lula da Silva tiene ante sí una ciudadanía dividida y polarizada. De hecho, los resultados electorales demuestran que la diferencia entre él y Bolsonaro fue de menos de dos puntos.
Incluso, el presidente saliente cosechó 58,2 millones de votos más que en las elecciones en las que ganó hace cuatro años.
A su vez, en el terreno político, ha conformado un gobierno multipartidista, si bien los puestos clave quedan para el Partido de los Trabajadores.
También habrá mayor presencia femenina, aunque continúa habiendo desigualdad: 26 hombres frente a 11 mujeres, lejos de la paridad.
Además, legislativamente lo tendrá complicado porque los conservadores son mayoría en el Congreso. No obstante, ha prometido transparencia de los Presupuestos y la recuperación de las políticas medioambientales que Bolsonaro destruyó.
Por otra parte, la política internacional será bien distinta a la de su predecesor, alejándose del ‘trumpismo’.
Al margen ello, la polarización ha tensado en las últimas semanas la convivencia en el país, con grupos descontrolados de ‘bolsonaristas’, negando la derrota.
Con todo, Lula se ha comprometido a tomar medidas contra aquellos que sigan actuando sin reconocer su victoria con actos violentos.
¡Suerte, Lula!