“Comienza el teatro… en el Parlamento”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Cuando se utiliza un insulto o un golpe en la mesa como método de hacer política, ésta deja de ser un instrumento para trabajar por el bien de la ciudadanía. Solo aquellos que, desde la sombra, trabajan para que el número de víctimas sea el menor posible se merecen todo un reconocimiento: personal sanitario, fuerzas se seguridad, barrenderos, limpiadoras, etc. Y, por supuesto, los técnicos que trabajan para el Gobierno, elaborando protocolos de actuación para evitar que la pandemia alcance cifras sangrantes.

Por eso el ruido de cacerolas es algo tan nefasto como el propio diablo matando moscas con el rabo. La alta sociedad se aburre, señores… la alta sociedad se aburre. Ahora que no pueden mostrar sus fastuosas fiestas en las revistas del corazón, tienen que hacerse notar de algún modo. Por eso, agarran a sus “sirvientas” y las hacen aporrear esos cacharros que solo observaron, alguna que otra vez, a plato servido. Porque es más fácil ridiculizar al humilde cuando en sus bolsillos se aposenta el dinero que corresponde al trabajador del campo. Vergüenza ajena.

Parece que ha escocido sobremanera, el hecho de que este Gobierno haya puesto en marcha un instrumento para devolver la dignidad a las personas, para que tantas y tantas personas en nuestro país puedan tener una vida digna. Aberrante comportamiento.

Cuando los debates en el Parlamento se convierten en un gallinero, de zorros sedientos de muertes para obtener rédito político, atacando a un Gobierno elegido legítimamente por la ciudadanía, comprendes que la violencia verbal no sirve para otra cosa que para calificarse ellos mismos. Eso sí, perfeccionando como silentes verdugos, un vil ataque contra la democracia.

No voy a decir que la política es un asco, porque no lo es. Lo que me produce nauseas es el comportamiento pueril y repugnante de cierta parte del hemiciclo. No es más que un espectáculo de malos actores que llegaron al escenario por ser hijo de…, novi@ de…, subidos en las pasarelas y mofándose de todos.

Cuando experimentan un cambio de tercio, las que fueron a acompañar el paseíllo, ahora buscan la fama por otros derroteros, agarrándose a estilismos falsos para cebarse con quienes son honestos, mediante engaños y burlas, de tanto como aprendieron tras el burladero, luciendo palmito para llegar a ser alguien.

Los de los insultos, los de las amenazas, los de las cacerolas, aquellos que ansían que la cifra de fallecidos se incremente, son los que hacen que la política se convierta en algo sucio. El pueblo es el pueblo y la alta sociedad tampoco ha cambiado, por eso les duele tanto que se respete la dignidad de otros. Parece que no aprendemos de la historia.

Para hacer política hay que ser honestos. No todo el que habla de arte sabe lo que es arte. Para plasmar belleza no se necesitan ancestros, sino sensibilidad. Para hacer el bien por los ciudadanos, no se necesita palabrería, sino actuar.

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