Pier Paolo Spinazzi, artista callejero italiano, al que se le conoce como Cibo, considera que somos lo que comemos. Conforme a esta filosofía Cibo quiso cambiar los grafitis callejeros hace once. Quiso eliminar aquellos que contenían un discurso de odio y sustituirlos por comida. Según él, la comida nos lleva a la inocencia de la infancia y es sinónimo de paz interior.
Su propuesta promueve la paz y la igualdad, y ha conseguido que, durante estos años, esas obras se han llenado de popularidad a través de las redes sociales, según ha contado Europa Press.
Pier Paolo Spinazzi tiene 37 años y en 2008 planificó esta idea con el objetivo de luchar contra la ira y el vandalismo en las calles de Verona con dibujos de alimentos jugosos.
Desde aquel momento, fresas, sandías, melones o pasteles convertidos en grafitis, llenan las paredes donde, en algún momento, hubo mensajes de odio.