CIENCIA en mayúsculas

Carolina Gutiérrez Montero.

Por Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica)
Dedicarse a la ciencia en cualquiera de sus disciplinas lleva consigo un gran esfuerzo formativo que realmente no acaba nunca: siempre hay que estar al día de los últimos avances científicos que complementan nuestro saber.
El término ciencia deriva del latín scientia (conocimiento) y hace referencia al conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, con una estructura sistemática y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente. Los conocimientos científicos deben ser organizados y clasificados sobre la base de principios explicativos ya sean de forma teórica o práctica. A partir de ellos se generan preguntas y razonamientos, se construyen hipótesis, se deducen principios… en definitiva todo se hace siguiendo lo que se denomina, método científico.
Los que trabajamos en alguna disciplina científica nos enseñaron en nuestros primeros años de formación, que el método científico debe estar en el ADN de cualquiera que quiera dedicarse a ello: hay que analizar lo que ya hay sobre un determinado tema, hay que plantear una hipótesis de trabajo (que logre generalmente mejorar lo existente), fijar unos objetivos, hacer un planteamiento metodológico adecuado, aportar los resultados obtenidos y discutirlos frente a lo ya planteado previamente por otros investigadores.
Les puedo asegurar que no es fácil. En la ciencia como en la vida solo hay dos formas de hacer las cosas: mal o bien. La ciencia exige por encima de todo rigor y profesionalidad. Exige pensar que en una gran mayoría de los casos estamos trabajando con dinero público, en instituciones públicas y que por tanto el fruto de nuestro trabajo debería ser de dominio público.
Y claro, qué decir si además la vertiente científica a la que nos dedicamos tiene que ver con la salud, con la enfermedad… Como he comentado, en la mente de un buen científico siempre debe estar la responsabilidad y el rigor con el que nos hemos formado, y en situaciones como esta si cabe aún más.
Antes de dar a un paciente una determinada terapia, tratamiento… para la enfermedad que padece, los científicos hemos hecho millones de experimentos in vitro, ex vivo, con animales,… se han hecho ensayos de seguridad, toxicidad y niveles en voluntarios sanos… en fin, se ha demostrado que el objetivo para el que estaba diseñado ese tratamiento, con la metodología correcta, en base a todos los resultados obtenidos, parece funcionar para esa patología concreta.
Y es entonces y solo entonces cuando se empiezan a hacer los ensayos clínicos en sus diferentes fases con los posibles pacientes candidatos. Pacientes seleccionados por sus especialistas, que conocen su patología y el estadío de la misma y que saben que por una razón clínica u otra se pueden beneficiar de ese tratamiento.
Los pacientes confían en sus médicos, en esos grandes profesionales perfectamente formados y entrenados, que muchas veces tienen que sentarse delante de ellos y darles una mala noticia respecto a su enfermedad. Y claro, ante la enfermedad todos somos vulnerables, ante el dolor hacemos lo que sea para mitigarlo y es entonces cuando aparece esa mal llamada ciencia, la pseudociencia que intenta convencer al doliente que con sus métodos podrá curarse de la enfermedad que padece.
Esta pseudociencia o falsa ciencia se presenta incorrectamente como científica, pero tiene una absoluta falta de rigor experimental ya que no sigue un método científico válido, no puede ser comprobada de forma fiable, sus seguidores no suelen permitir evaluaciones externas hechas por expertos… en fin, que se caracteriza muchas veces por afirmaciones vagas, exageradas y contradictorias.
Pero como les decía la enfermedad nos convierte en seres muy vulnerables en búsqueda de cualquier solución posible para ese proceso incurable que padecemos. Lo cuál no es de extrañar que se busque hasta el infinito a aquél/aquella que parezca tener la solución a nuestros males.
Unas pseudoterapias que están llenas de peligro son las que se hacen llamar terapias de biodescodificación y de bioneuroemoción, que tratan de hacer creer a los pacientes que su enfermedad es producto de emociones mal resueltas que deben tomar conciencia de ellas, arreglarlas y solo así alcanzar la curación. Vamos que cada uno en sí mismo es responsable por ejemplo de que padezca un determinado cáncer, que se lo ha buscado… ¡no tienen vergüenza! Que se lo digan a todos esos niños que sufren y mueren cada día a causa de un proceso oncológico.
Y claro, el principal problema de estas terapias no son estas palabrerías faltas de razonamiento alguno, sino el que inciten a los pacientes a abandonar el tratamiento pautado por un profesional.
Y así nos encontramos con casos tan desgraciados como el aparecido esta semana en un hospital de Girona en el que se presentó una mujer con un cáncer de mama en un estado terrible (¡¡todo él había evolucionado hacia el exterior y el pseudocientífico que la trató la convenció que era lo mejor para su curación porque así el tumor se oxigenaba!!, ¿qué?). La mujer falleció lógicamente y solo espero que la ley persiga a personas como esas capaces de jugar con el dolor ajeno.
El cáncer no se cura con ozono, con zumos de vitaminas, con reiki ni oxigenando al tumor. El cáncer se cura con las terapias científicas que han sido probadas experimentalmente para ello. Si además del tratamiento pautado por su médico quiere que le hagan reiki y tomar zumos de vitaminas, adelante…pero recuerde que no será el fruto de su curación y que no debe dejar el tratamiento convencional que será el que verdaderamente le curará.
Y qué decir del movimiento anti-vacunas y todos los que lo secundan. No sé cuántos niños han muerto ya por no ser vacunados. Las vacunas han salvado y salvan vidas: vacune a sus hijos, por ellos y por todos.
Como científica, apoyo totalmente la medida que pretenden llevar a cabo la ministra de Sanidad, Carmen Montón y el ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque de perseguir estas terapias alternativas y pseudocientíficas.
La Ciencia en mayúsculas es demasiado importante en nuestras vidas para que unos pseudocientíficos intenten adueñarse falsamente de ella. La CIENCIA salva vidas, la pseudociencia solo la complica.

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