Cien economistas muertos

Cien economistas muertos

La ocurrencia del Gobierno de la Nación de contar con un equipo de cien economistas ha provocado todo tipo de reacciones y ninguna buena. Si alguien en Moncloa tuvo la feliz idea de tratar de contraprogramar el encuentro de los grandes empresarios en el seno de la CEOE, se ha dado de bruces con la realidad.

Unos, los economistas socialdemócratas, se han llenado de indignación dado que no se encuentran entre los cien prescritos, sino entre los proscritos. Y no están, no por cuestiones internas de disensos pasados, que también, sino porque según la propia Moncloa quedaban “excluidos los afines”. Es decir que ser economista del PSOE es una rémora para hablar de Economía en el PSOE.

Decía un economista nominado a Premio Nobel cuando un miembro de esta redacción le visitó en la Universidad de Stanford, que “estar cerca de Washington nos hace perder perspectiva a los economistas”.

Sorprende entonces Que muchos de los economistas propuestos están cerca del gobierno… pero del anterior. Sí, entre los cien se encuentran los promotores de la reforma laboral del PP que supuso una brutal transferencia de renta de los trabajadores a las empresas y una escandalosa pérdida de derechos por parte de los propios trabajadores. Al mismo tiempo están aquellos que formaron parte del comité de expertos que reformó las pensiones en la era Rajoy-Báñez y que dio lugar a indignos incrementos de pensiones de dos y tres euros dejando las rentas de nuestros mayores prácticamente congeladas para toda la vida.

Además de los cien economistas participaron alumnos de otros

Para mayor abundamiento hay profesores que no están entre los cien y sí sus alumnos, lo cual convierte el equipo en un verdadero cambalache, el mundo al revés, una situación que deja patas arriba la ciencia de la Economía como base para propuestas al menos mínimamente serias.

Ha habido alguno que jocosamente ha dicho que no sabía que había cien economistas de élite en España. De hecho, ese mismo economista (muy conocido), que por supuesto no está entre los cien magníficos, ha dicho que ni siquiera sabía que hubiera cien economistas en nuestro país: “Porque una cosa es ser licenciado en Economía y otra bien distinta ser economista” (sic).

Contaba otro economista en televisión recientemente que él formaba parte de ese equipo pero que no se había enterado. Que la noticia le llegó tras leerlo en portada en el diario El País. Lo cual convierte la situación en algo más grave sobre la que tendrá que dirimirse alguna responsabilidad.

Por otra parte, trae consigo, empero, más roces en el Consejo de Ministros. Calviño, visiblemente contrariada, responsable de la política económica de nuestro país, se apresuró a filtrar que ella montaba un equipo paralelo, no de cien, pero casi.

Todo esto con un ministerio, el de Economía, más burócrata que económico, como lo es su propia titular en el mejor y riguroso de los sentidos (pero más burócrata que economista al fin y al cabo). El Ministerio de Hacienda, dirigido por una magnífica doctora en Medicina cuyos conocimientos hacendísticos se han ido forjando sin duda con el tiempo. El Ministerio de Consumo, que desprecia el turismo, o el Ministerio de Industria, que no tiene el suficiente respaldo para liderar un cambio en profundidad en términos sectoriales, industriales y tecnológicos.

Ni en Consumo ni en Industria saben de macroeconomía

Todo el mundo sabe que ninguno de estos responsables sabe Macroeconomía. Ni ha tocado un libro de Econometría en su vida (salvo en la carrera en el caso de los licenciados en la materia que son solo una parte de los citados). Siempre nos quedará el Banco de España que no es precisamente un ejemplo de imaginación y refutación de la ortodoxia.

Lo que debiera hacer el presidente del Gobierno es citar, eso sí, a los grandes empresarios –que hasta ahora se reúnen por su cuenta-, a las organizaciones que representan a los pequeños emprendedores, a los sindicatos de clase, a la banca, a los mass media, a las organizaciones sociales e incluso hasta a la Iglesia. Con foto en Moncloa incluida. Y diseñar entre todos un proyecto de país que sea implementado por cada uno de estos agentes económicos y sociales con la fuerza y la convicción de formar parte del mismo equipo.

Desarrollar una política económica basada en el cambio técnico

Y a partir de ahí desarrollar una política económica sustentada en el cambio técnico y en la ciencia, haciendo pasar nuestro esfuerzo en I+D+i del mísero uno por ciento de nuestro PIB, a alrededor del tres por ciento (como es aproximadamente el caso de Alemania o Francia). Reforzar el factor trabajo con grandes impulsos a la educación y a la sanidad públicas. Desarrollar una política industrial activa que lidere el cambio en el sector del automóvil en el mundo aprovechando el enorme know-how que atesoramos.

Convertirnos en la península del conocimiento en la nueva economía moderna de los nuevos paradigmas científicos, trayectorias tecnológicas y la singularidad. Diseñar una política fiscal que sea un imán para los capitales y las rentas del mundo (como Portugal). Una política energética orientada hacia nuestros abundantes recursos sostenibles. Una política de rentas asentada en el diálogo social. Y una política financiera que a largo plazo reduzca nuestra dependencia de los acreedores internacionales.

Inferimos por lo tanto que la lista ocurrente del Gobierno no es la de los cien sabios de Sion, libelo antisemita, sino que es simplemente la relación de… cien economistas muertos.

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