Editorial “Las causas de la movilización”

Estamos en campaña electoral. Una vez un dirigente político socialista, corrían los años noventa, me comentó que cada votante tiene múltiples motivaciones por las que depositar su voto a unas siglas o a otras.
La suma de los planes de cada uno conforma una demanda agregada definitiva. En ese sentido la movilización de los más cercanos se convierte en el eje de toda campaña que se precie. La lucha contra la abstención de los propios.
El independentismo tiene dos firmes aliados. Su capacidad de seducir a través de la mentira y la ayuda inestimable de la torpeza de la mayoría de los grupos políticos constitucionalistas. Dos vínculos inseparables.
Las movilizaciones en Cataluña -desde las manifestaciones de esta semana hasta la huelga del miércoles-, son parte, exclusivamente, de la campaña electoral que ha comenzado para el lado secesionistas. Mientras, los constitucionalistas de derechas sólo aciertan a decir que la justicia es independiente.
El secesionismo se había desmovilizado asfixiado por su evidente falta de respeto a las normas, por la depresión económica que conlleva –huida de empresas y desempleo del viernes-, y por la patética imagen planetaria junto con la mofa internacional.
Todo parecía ir por el buen camino hasta que los constitucionalistas de derechas, quienes sostienen un gobierno tan torpe como simple, se asfixiaron en su propia alegría por unos acontecimientos que no soporta el más elemental criterio de perspicacia.
Las fases del secesionismo para ganar al Estado, a los constitucionalistas y al sentido común, comienzan por la movilización ciudadana, la unidad de sus partidos y la moderación en sus planteamientos.

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