Editorial “La revolución de los ricos”

La secesión por intereses económicos acaba siendo una revolución de salón donde las iniciativas cobardes dejan paso a situaciones patéticas que dañan los intereses de los trabajadores. Especialmente de los trabajadores.
Los argumentos del independentismo catalán no es la existencia de una colonia. Ni siquiera puede ser la falta de libertades. Y no debe ser un problema de competencias siendo España el cuarto país del mundo –tras Suiza, Canadá y Australia-, más descentralizado del planeta.
El principal argumento de aquellos nacionalistas que han confundido catalanismo con independentismo no es otro que el hecho de que los catalanes financian a través de impuestos la menor prosperidad de otras regiones: “España nos roba”.
Confunden la transferencia de renta, de aquellos que poseen más renta a aquellos que tienen menos recursos, con una transferencia de renta entre regiones, como si las comunidades autónomas fueran personas ricas o pobres.
Por eso los ricos madrileños y extremeños–por llamarlos de una forma que se nos entienda-, financian la protección social de aquellos de menor renta que residen en Madrid o Extremadura. Y en Cataluña igual.
De ahí que el apoyo a los independentistas sea mayoritario entre los más ricos y muy minoritario entre los catalanes de menor renta. Efectivamente, según el Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, el 54% de los catalanes con una renta superior a 4000 € son independentistas, mientras que, solo el 30% de los ciudadanos de Cataluña con una renta inferior a 1200 € es partidario de la independencia. Revelador.
Los procesos de industrialización en la España del siglo XIX se dieron en la industria catalana consecuencia de los excedentes de la agricultura algodonera y a en la siderurgia vasca fruto de los excedentes de la extracción del hierro. El Estado central tuvo que sostener desde finales del XIX un fuerte proteccionismo que protegiera la industria catalana y vasca, es decir, a las rentas de la burguesía catalana y vasca.
Por lo tanto, las rentas de la burguesía fueron fruto del proteccionismo español, cuyos gobiernos estaban muy influidos por las patronales periféricas (el catedrático de Economía Juan Velarde me corrige y me dice que, más que influir en el gobierno de España, la burguesía catalana formaba parte de los gobiernos proteccionistas que protegían, valga la expresión, sus propios intereses).
De esta manera la burguesía catalana ha sido españolista cuando convenía y nacionalista cuando tiene que transferir renta a las áreas menos ricas, a la regiones menos prósperas, fruto de una distribución de la renta de aquellos ciudadanos más adinerados a los menos prósperos.
Regiones que son menos prósperas, insisto, entre otras razones, por un descuido de la política económica nacional que centró su preocupación en proteger los intereses de la nueva burguesía periférica.
Así que, desde el punto de vista de los trabajadores, las revoluciones de los ricos, ni interesan, ni se apoyan, ni se comparten.

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