ERC y JxCat tienen un mismo objetivo a corto plazo: sostener la tensión y el debate independentista por encima de todo. Se trata de ganar tiempo y alargar la agonía hasta agotar al Estado, víctima éste de los errores de un Gobierno de la Nación que parece más bien un grupo de colegiales.
Más allá de las pésimas o inexistentes relaciones entre Junqueras y Puigdemont. El primero, asistido por iluminación divina dispuesto a publicar Cartas desde la cárcel para que al menos algo le inmortalice. El segundo, víctima de su propio ego, sepultado por su propia irresponsabilidad.
Más allá de la tensión inherente entre JxCat y ERC, frente a la que asiste perpleja la CUP, la cuestión tiene para ambos, quizás para los tres, un denominador común: ganar tiempo y sostener en el mismo el desatino.
Porque saben que es inviable la candidatura de Sànchez como lo es la de Puigdemont. Y, de la misma manera que la aspiración de Sànchez, se antoja también imposible la presidencia de Junqueras. Cuando todo lleva a un callejón sin salida es porque no se está buscando una salida. La respuesta es: ni Junqueras, ni Sànchez.