El desatino político que es el encarcelamiento de Oriol Junqueras no tiene parangón en la historia de España. A nadie, salvo a Soraya Sáenz de Santamaría, se le ocurre hacer coincidir los tiempos políticos y los tiempos judiciales.
Como habíamos adelantado en este periódico -y concretamente en este editorial-, los presos se han comportado con el victimismo y la épica característica de aquellos iluminados que no son más que interesados en sacar provecho electoral a una situación absurda.
Porque la decisión de haber mantenido en prisión a Junqueras et al es de tanta exageración que daña, mal que nos pese, a la democracia como extensión al perjuicio que primariamente habían generado los secesionistas.
No pido más que inteligencia y prudencia, virtudes redundantes en política, y de la que han carecido los unos y los otros de forma tan recurrente como desatinada. No puedo exigir más cociente intelectual al PP para cuyos dignatarios la ley es la ley, la justicia es la justicia y la política es la política. No se puede ser más tonto.
Mientras tanto, Junqueras, a lo Edmond Dantés, esta vez bajo su pluma en lugar de la de Dumas, se recrea como el personaje principal de Le comte de Monte-Cristo en su Castillo de If.
Editorial “Junqueras o el Conde de Montecristo”
