Editorial “El día más feliz del mundo”

El Día de los Reyes Magos fue el momento más feliz de nuestras vidas. Despertar sin recordar la noche anterior, volver a la consciencia de lo que nos esperaba, correr al salón como si no hubiera un mañana y ver desplegada la felicidad por los suelos, sucumbe al tiempo sin volverse a repetir.
Sirve de excusa el Evangelio según San Mateo –único lugar donde las Sagradas Escrituras hablan del suceso-, para llenar de felicidad a nuestros niños y hacerles pasar los momentos más felices de sus vidas.
En el siglo III la Iglesia dispuso que eran reyes y, allá por el siglo VI, alguien se inventó sus nombres en el mosaico de San Apollinaire Nuovo: Melchor, Gaspar y Baltasar. Hubo que esperar, empero, al siglo XVI para que Baltasar fuera precisamente negro.
El caso es que nuestra historia se ha venido escribiendo a base de mitos y sueños. Pero, ¿qué es si no sueño pensar que todos los niños se llenarán de felicidad una mañana al despertar de una noche de esperanza?
No recuerdo mejores momentos que el día que descubrí la camiseta del Atléti o la mañana que mis padres pudieron pagar un scalextric para dejármelo al lado de un vaso de leche vacío y de unos zapatos viejos.
Les invito entonces a apadrinar a todos los niños del mundo. No les voy a hablar de la pobreza infantil, del dolor de las familias o de los niños que sufren. Porque ya lo saben ustedes. Porque lo sabemos todos.

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