La política catalana se estructura en tres grupos diferenciados: los secesionistas, los demócratas y los tibios. Tres grupos que a la sazón disputan el espacio electoral como si no hubiera un mañana.
Demócratas que creen en las instituciones y las normas, democráticamente elegidas, cuyos cambios y adaptaciones se deben hacer por mayorías reforzadas, herederos de una tradición histórica, unos socialista y republicana, otros conservadora, otros reformista.
Independentistas cuya capacidad para saltarse el Reglamento del Parlament está ampliamente acreditada. Cuyo currículo sobre su capacidad de desvincular a los ciudadanos de la protección que merecen de la Constitución y de otras leyes, es infinita.
Tibios que no saben a qué atenerse, que se mantienen en una posición de medio embarazo, que no son independentistas pero que avalan un referéndum antidemocrático sobre la secesión.
Pero hay un mañana: el día después del 21 de diciembre, día que, tradicionalmente, ha sido el 22. Jornada en la que seguirán habiendo listas de espera en la sanidad pública catalana, los colegios públicos estarán colmatados y el desempleo seguirá generando tragedias para cada una de las familias que lo sufren.
Editorial “Demócratas, independentistas y tibios”
