“Carta de Milarepa desde el Tibet” (XIII), por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

No, no, para el carro que esto no puede seguir así. Tienes que dejar esa malsana obsesión. No puedes seguir pensando que lo importante es que la humanidad abra los ojos. Tienes que dejar de elucubrar sobre posibles acontecimientos que golpeen el plexo solar de los humanos, como un buen puñetazo, y mucho menos pedirme que yo actúe. Sabes que no tengo poder para hacerlo y aunque lo tuviera no lo haría. Ahora me vienes con esa delirante historia de sueños, sacada de alguna de tus delirantes historias. ¿Qué qué me parecería que toda la humanidad tuviera sueños lúcidos, conscientes, en los que se les hiciera saber lo que realmente está pasando? Un delirio. Ya te lo he dicho. No serviría de nada, lo mismo que esta pandemia cuyo único resultado es que la mayoría esconda su cabeza bajo la concha, como una tortuga. Cada persona es un universo, donde se mueve como quiere, donde vive la vida que quiere. El hecho de que las galaxias se estén separando y de que los universos no se puedan juntar, como la materia y la antimateria, no significa nada. El confinamiento puede cortar vínculos y hacer que la humanidad se sienta aún más frágil, pero no abre los ojos de quienes no quieren abrirlos. Eso es todo.

Dame tu mano y comencemos, començon, un viaje alrededor del planeta, para ver lo que está ocurriendo. Es lo menos que puedo hacer por ti. Y por favor, para tu mente. Ahora me vienes con que si levitaras tus hermanos abrirían los ojos. Lo que pretendes es no moverte, no hacer el menor esfuerzo. ¡So vago! Vamos a iniciar nuestro viaje de noche. Es más bonito. Ascendemos hacia lo alto, más y más. Quiero mostrarte la iluminación de las ciudades que taladra la oscuridad, mostrando a cualquier extraterrestre curioso lo listos que sois. Como ves, la paralización no ha llegado a la corriente eléctrica, a las fábricas que generan ese prodigioso encadenamiento de energía sin el cual os veríais en tremebundos problemas. Los frigoríficos, donde conserváis la comida, no se han parado, la mantienen en perfecto estado. Añade un colectivo más a los que no pueden parar, pase lo que pase, incluso aunque el tiempo se detuviera. Ya tienes unos cuantos. Los agricultores y ganaderos, la cadena logística que lleva la comida hasta la boca de los ciudadanos; los sanitarios que cuidan de los contagiados, de los enfermos; las fuerzas de seguridad que velan para que se cumpla el confinamiento y no haya disturbios. Ahora tienes que “desparalizar”, si puede decirse así, a los encargados de que la energía siga fluyendo, empresas eléctricas, petroquímicas, para que el combustible no falte, porque los camiones tienen que seguir transportando la comida, a no ser que consigas la teletrasportación como en Star Treek o que los alimentos leviten hasta las bocas.

No puedes evitar reflexionar sobre todo. No servirá de nada. Este es un simple viaje de observación. Observa, contempla y calla. Sí, ya sé que resulta muy llamativo que los humanos hayan vinculado la supervivencia a todo, incluso a las actividades inútiles. Ya no se trata de mantener vivo lo imprescindible, si se para el resto la economía se va a pique, porque todo el mundo tiene que comer, todo el mundo tiene que sobrevivir, hay que ganarse el garbanzo –graciosa expresión- como dices tú. Hay quienes se ganan la vida con actividades que ahora no deberían considerarse esenciales, pero que lo son porque sin ellas los que trabajan en estos sectores se morirían de hambre. Habéis hecho de la economía un auténtico disparate, el fogón del tren de los hermanos Marx. Más madera. ¿Recuerdas? Es la sociedad del bienestar, del consumismo, del hedonismo. Ya no se puede parar nada porque alguien vive de ello, de lo que sea. A todo el mundo se le ocurre cualquier cosa para ganar unas monedas acuñadas, como bien dices tú en esos divertidos textos que has empezado pero que nunca terminarás. Cómo acabar con el capitalismo en seis días. La pandemia tardará un poco más pero lo acabará consiguiendo. Cualquier emprendedor puede lograr que la actividad más fútil se convierta en básica porque alguien, tal vez muchos, se ganan el garbanzo así. Hasta un inflador de globos puede poner el grito en el cielo porque ya no puede hacerlo y se morirá de hambre. Así todas las actividades son esenciales, da lo mismo que no tengan la menor importancia en una situación de emergencia. Habéis vinculado todo a la economía, a la maquinaria que no puede parar y ahora os veis en un terrible dilema. ¿Salud o economía? Me hacen gracia tus tontos discursos. Prefiero morir por el coronavirus que de hambre. Sí, así piensan muchos. Habéis unido la supervivencia a todo, a cualquier cosa. Ya no podéis ni imaginaros una sociedad que no sea consumista, de pura supervivencia, no del bienestar, no una economía que no tenga que crecer todos los días y a todas las horas, porque si no crece entraréis en recesión. Bonita palabra. ¿Os habéis planteado que a este paso la economía podría alcanzar cifras astronómicas, aunque tuviera para ello que consumir todo el universo? Cada año un crecimiento de un tres por ciento, pongamos por caso, mejor el veinte, mejor el cien por cien, porque de otra forma estamos en recesión y la economía se va a pique. Ya no se trata de vivir una vida digna, de sobrevivir y ver si el año que viene podemos darnos un caprichito, se trata de que la economía no puede dejar de crecer, de que todos tienen que sobrevivir, hagan lo que hagan. Bonito lío, amigo mío. Te parece un problema insoluble, y lo es. Bueno, vamos a bajar hasta el detalle, porque desde aquí arriba todo se ve muy confuso. Sí, permíteme una vez más que diga mi oración preferida, porque si alguna vez dejo de decirla tengo la sensación de que no durarías ni dos días.

QUE LA PAZ PROFUNDA OS ACOMPAÑE SIEMPRE EN EL CAMINO

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