“Carta de Milarepa desde el Tibet” (V), por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

El goteo constante de fallecidos por la pandemia del coronavirus está minando tu ánimo. Todos son para ti hermanos queridos, muy queridos, pero te afectan más las personas conocidas, con las que mantenías un vínculo afectivo. Hace unos días te comunicaron la muerte de Julián, el psicólogo de la asociación de familiares de personas con enfermedad mental de la que eres socio y con la que colaboraste estrechamente en un tiempo, así como de Arcángel, vocal de la junta directiva, ambos personas de edad. No tienes ánimo para mandarles una carta dolorida y afectuosa, especialmente para ellos, pero ya lo harás en algún momento del futuro, si la muerte te respeta. No puedes dejar de preguntarte cómo lo estarán pasando tus hermanos, especialmente hermanos, las personas con enfermedad mental en este confinamiento. De algunas, de pocas, sabes algo. Estos acontecimientos son especialmente traumáticos para ellos, tan frágiles ante cualquier dolor, aunque es curiosa la reacción de algunos que antes solo pensaban en la muerte y ahora han dejado de llamarla a cada instante. Nada como el amor a los hermanos, todos los seres humanos, para alejar la depresión, el deseo de abandonar una vida que les aporta muy poco, tal vez porque la falta de cariño es el mayor aliciente para dejarse deslizar por el tobogán hasta el fondo del abismo de la desesperación. También te consta que alguno está llevando muy mal el confinamiento, es difícil pensar en minorías cuando se decide para la mayoría. Hay otras personas con especiales necesidades en estos momentos, como las personas con un trastorno del espectro autista. Piensas en la hija de una amiga queridísima y en tantos otros. La infinita entrega, hasta la heroicidad, de muchos familiares de estas personas es un ejemplo de amor que debería socavar la filosofía consumista, hedonista, carente de valores de esta sociedad que habitas y en la que te sientes tan a disgusto.

Eres un privilegiado porque las circunstancias te han puesto en el lugar más adecuado en el momento más oportuno. Es algo que debes agradecer a los que velamos por ti. Hay muchas personas que lo achacarán a la suerte, a la estadística, pero tú tienes una filosofía espiritualista de la vida, la matemática te dice muy poco y el amor todo. Es el amor el que ha llevado a tu corazón por los caminos de la espiritualidad. Respetas toda forma de pensar de tus hermanos, pero no puedes estar de acuerdo con una filosofía consumista y hedonista de la vida. No puedes estar de acuerdo con unos supuestos valores que se centran en consumir y consumir cada vez más para que la máquina inhumana de la economía siga funcionando. Algo de lo que ya te hablé en el capítulo anterior. El hedonismo es una filosofía paupérrima de la vida. El disfrutar de todo hasta las heces, mientras sigan vivos, porque también ellos saben que se van a morir, incluso llegando a extremos que rozan la depredación y la falta de sensibilidad humana y de empatía más absolutas, no es un camino aceptable para ti y para muchos otros.

Te preguntas cómo estarán viviendo ellos estos momentos, en los que de la noche a la mañana les ha sido arrebatado todo aquello en lo que creían y por lo que luchaban, el sueño de un hedonismo cada vez más intenso, de un consumismo sin límites. La metáfora del tren de los hermanos Marx y el “más madera” aún siendo graciosa en otros momentos, ahora es infernal. Es como si la pandemia del coronavirus hubiera puesto al descubierto la monstruosa desnudez interior de esta sociedad, visualizada a través de unos rayos X implacables, inquebrantables, tan sinceros como la luz misma. Ya no se ven de la misma manera las grandes desigualdades sociales, deportistas de élite que ven reducidos sus cuantiosos emolumentos, consejeros de las grandes multinacionales que, muchos de ellos, se ven obligados a reducir sus cuantiosas ganancias, conscientes de que esta sociedad golpeada hasta la extenuación no aceptará la insolidaria e inhumana imagen de los privilegiados buscando trapacerías para no perder mucho en estos meses de zozobra. Cuando millones de trabajadores son apartados de la economía porque ya no producen, no por su culpa, y tienen que ser ayudados, una magra ayuda, por los gobiernos que incapaces de pasar de la noche a la mañana de una insolidaridad lamentable a una solidaridad nacida de la fraternidad universal que debería presidir las vidas de todos los habitantes del planeta, acaban dando espectáculos tan bochornosos como inhumanos. Como si cada uno fuera en una barca distinta y pensaran que pueden salvarse si achican los agujeros de su frágil barquichuela, tan ciegos que no ven que los bichitos no respetan fronteras y para ellos no hay ciudadanos de primera o de segunda, de una raza o de otra, con una marca en la frente o con otra. Pueden llegar hasta la depredación si es necesario, incapaces de ver la marca cainita que aparece en sus frentes. Llega la semana santa que tú siempre celebras escuchando a tus músicos favoritos, a tu amado Bach y a tu querido Haendel, entre otros. Te pido que pongas en este artículo el vídeo de la pasión según San Mateo de Bach que siempre te acompaña en esta época. Que sirva como réquiem sentido y profundamente fraternal para todos los fallecidos, especialmente para los dos que has mencionado al principio. Las estadísticas son frías, e inhumanas si solo sirven para arrojarse los muertos a la cara. Los portavoces deberían expresar siempre, al principio de cada retahíla estadística, un sentimiento de empatía hacia tanto dolor, aunque fuera solo una frase. Que la paz profunda les siga acompañando en un camino que no ha terminado para ellos ni para nadie. Mientras tu corazón sufre, apenas aliviado por estas maravillosas músicas, no dejes de pensar en que esta sociedad en la que habitas debe de cambiar de arriba abajo, los valores humanos deben presidir sus metas y ayudarles a descubrir nuevos caminos, lejos de la depredación inhumana, infernal. Un fraternal abrazo para ti, siempre tan necesitado de cariño.

 

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