“Carta de Milarepa desde el Tibet” (IX), por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

No todo ha de ser tristeza, depresión, melancolía por los tiempos de antaño. Hay días y días, como tú dices. La primavera brota en tu jardín con fuerza incontenible. Hay muchas y hermosas rosas y mucho verde. Los gatitos asilvestrados que han adoptado el jardín como su casa te maúllan agradecidos y cariñosos. Tu gatito Zapi te acompaña a dar paseos por los senderos del bosque que tú vas desbrozando con meticulosidad. Has sacado unas fotos preciosas de Zapi trepando a los árboles, en equilibrio sobre las ramas, corriendo feliz por el sendero con su colita quebrada alzada, señal de su alegría interior. Son momentos bellos y felices. Vais pasando de fase en fase y casi os sentís normales, aunque todos sabéis que se trata de la nueva normalidad, la del miedo al contagio y al rebrote, la de la distancia social que impide el abrazo y el beso, la del miedo al hundimiento económico que haga peligrar el sustento y la supervivencia de miles, de millones de personas. Nadie piensa ya que esto terminará pronto, tal vez con el tiempo se consigan vacunas o medicamentos para luchar contra el coronavirus, pero vendrán otras pandemias porque parece que los gobernantes y políticos están más interesados en tirarse los muertos a la cabeza, en defender sus ideologías con los argumentos más esperpénticos e inhumanos, en diseñar estrategias para sus propios partidos y no para la humanidad. No hace mucho has escuchado palabras propias de trogloditas que solo piensan en darse mamporrazos para que su tribu gane aunque nadie sobreviva. No recuerdas quién fue pero escuchaste una voz razonable y suplicante, pidiendo que se dejaran de lado las viejas rencillas para unirse en una situación de emergencia. Te pareció una voz razonable y sensible. No parece haber muchas.

Cuando estás en casa lees mucho y también disfrutas de esas series televisivas que tanto te gustan, aunque algunas tienen muy pocos valores y solo sirven para achicharrar las neuronas del espectador y que éste no piense en realidades y problemas -¡bastantes tenéis cuando no estáis sentados delante del televisor o del ordenador- menos mal que sueles elegir las mejores, te consideras una persona de buen gusto y sensibilidad, y puede que lo seas. Me hablas de una serie que te ha impactado. Tales from the Loop, que tú traduces como Relatos desde el bucle. Tú sabrás, porque yo no sé inglés, solo mi lengua de cuna y el español que me has enseñado. Tampoco tengo mucho interés en aprender otras lenguas, dado que solo tú me escuchas. Tampoco sería un problema porque como sabes la telepatía no necesitas de lenguas, entiendes lo que te dicen aunque quien te lo diga hable una lengua distinta a la tuya que no entenderías en la vida normal. Te hace gracia descubrir que el idioma común que se hablaba antes era la telepatía y que cuando se montó aquella tremenda historia de la Torre de Babel y la confusión de lenguas fue porque se perdió la telepatía y cada uno comenzó a inventarse su propia lengua.

El tercer episodio te gustó especialmente. En él la protagonista encuentra un artilugio en el mar o la laguna y se pone a repararlo para que funcione. Lo consigue y le da al “on” y todo se paraliza. Los efectos especiales están muy logrados porque se ve a cada habitante del pueblo paralizado en el gesto que estaba realizando, incluso uno que se mantiene en la bicicleta como si tal cosa mientras la chica camina entre ellos. Bueno, la chica y el novio, que se libran de esta paralización del tiempo porque utilizan las dos pulseras metálicas que lleva el artilugio, dos y no más, qué curioso. No voy a desvelar el final o hacer… esa palabreja inglesa que tú conoces pero que a mí me cuesta recordar y pronunciar. Lo importante de esa historia de cuento de hadas, solo que en lugar de varita mágica con artefacto cuántico o algo por el estilo, es que te ha servido como metáfora de los tiempos que corren en tu sociedad. Eres un apasionado de las metáforas, pero estas acabarán por traerte serios problemas, créeme, porque por mucho que matices alguien siempre termina enfadado. Es una metáfora preciosa, te dijiste, para explicar o analizar lo que está ocurriendo. Pues bien, te voy a hacer caso y en varios capítulos de esta carta interminable que te estoy escribiendo para que la des a conocer, porque nuestras comunicaciones telepáticas son instantáneas y muy agradables, hasta divertidas a veces, hablaré de tu mundo y tu sociedad, analizando lo que está pasando y lo que se espera. Por fin, suspiras, me voy a librar de las confidencias que hace Milarepa sobre mi vida privada, íntima, es mejor y más morboso que hable con voz profética y apocalíptica sobre lo que se nos viene encima. Tus hermanos esperan con morbosidad contenida el apocalipsis que se avecina y que solo afectará a los otros, porque ellos estarán tranquilamente en casita, viéndolo por televisión. A ellos les gustarán mucho más mis palabras que cuando cuento tu intimidad más íntima que a nadie interesa. Permíteme que les pida que busquen más la paz profunda en su interior que el espectáculo de las riñas de gatos políticas y ese estremecido terror de los espectadores que ven películas terroríficas sabiendo que a ellos no les tocará.

QUE LA PAZ PROFUNDA OS ACOMPAÑE A TODOS EN EL CAMINO

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