“¡Buena Suerte, Señor Fernández!”, por J. Nicolás Ferrando.

Nico Ferrando

Argentina es una sociedad que tiene poca memoria y que parece haber olvidado lo que pasó hace dieciocho años, cuando en el marco de una crisis sin parangón y sin precedentes, se confiscó el dinero de los bancos de todos los ahorristas, se sumió al país en un inmenso caos y se generó una inusitada inmigración de intelectuales de imprevisibles consecuencias, que es muy difícil de recuperar. A todo esto se le denominó “Corralito”, una palabra amable y simpática para describir lo que fue un auténtico robo a las cuentas bancarias de los argentinos, según las textuales palabras de la ex diputada Alicia Castro, la misma que se atrevió a poner una bandera estadounidense en la presidencia del Congreso de los Diputados. “Si esta institución va a limitarse a ser una mera notaría de lo que se decide fuera, pongan ustedes la bandera que corresponde”, espetó, ante un escándalo monumental, donde se tramitó hasta su expulsión del Parlamento.

Debo admitir que la realidad es tozuda y lo que dijo Alicia Castro hace ya mucho tiempo se ha cumplido sin estridencias. Tenemos que empezar a darnos cuenta de que el FMI, dirigido por Estados Unidos, presta dinero a cambio de conducir la política económica del país y de que el mismo entregue sus sectores estratégicos para que sean gestionados por multinacionales afines. Al final, no es un préstamo, es un expolio en toda regla. El único candidato que denunció esta anómala situación fue Nicolás del Caño, del Frente de Izquierdas, aunque la polarización entre los dos principales candidatos, Alberto Fernández y Mauricio Macri, se lo llevó por delante, aunque creo que hay salvaguardar su mensaje. Si no lo hacemos, Argentina jamás saldrá del letargo del que parece no despertarse nunca.

En medio de este fatídico aniversario al que he hecho referencia, Argentina ha cambiado de presidente. Alberto Fernández tiene la difícil tarea de reflotar un país inmerso en una gran recesión, con el 40 % de la población en umbral de la pobreza. Sus primeras decisiones no han sorprendido a nadie: se han elevado las retenciones a las exportaciones agrarias, actualizándolas a la devaluación de la moneda y se han endurecido las indemnizaciones por despido, aunque esta medida llega tarde, puesto que las empresas ya han reducido plantilla en el tiempo de transición entre gobiernos. No obstante, creo que van en la buena dirección de recuperar Argentina para los argentinos.

El flamante presidente dijo en su discurso que sin crecimiento no habrá pago de la deuda externa y creo que es un buen punto de partida, aunque en lo personal hubiera sido más ambicioso ya que esta deuda es ilegítima, inmoral e inhumana. No se trata de un simple préstamo que uno pide en España en cualquier banco y que devuelve con intereses marcados por los parámetros legales. Aquí concurren intereses excesivos, una clara usura y, lo más importante, hay que evaluar y cuantificar las regalías que se han concedido a multinacionales afines para ver qué se debe, si es que se debe algo. También hay que ver para qué se usó ese dinero, ya que no revirtió en la mayoría de la población sino en beneficio de unos pocos. Las cosas claras, si hacemos cuentas estoy seguro de que salen perdiendo.

No voy a esconder que fui votante de Cristina Fernández de Kirchner para pasar, en las elecciones del 2015 que ganó Mauricio Macri, a la abstención. Pude hacerlo al residir en el exterior ya que, incomprensiblemente, el voto en Argentina sigue siendo obligatorio. Conozco casos concretos que han sido penalizados con multas económicas por no ejercer este derecho que en Argentina también es obligación, equiparándonos a países subdesarrollados y con poca tradición democrática. En los años que estuve en la abstención he reflexionado sobre cómo debe ser el futuro de la República Argentina. No se puede empezar de nuevo cada cuatro u ocho años desmantelando por completo lo que ha hecho el otro. Hay que terminar con esa guerra fratricida de bloques que no nos lleva a ningún sitio y, desde luego, a las pruebas me remito, sumen al país en una inseguridad permanente que evidencian todos los tabloides internacionales, casi sin excepción.

En las últimas elecciones de 2019 voté a Nicolás del Caño, a la vez que escribí en diversas tribunas la necesidad de un amplio Pacto de Estado, similar al que España firmó en la década de los 70’ del siglo XX, que pasaron a la historia como los Pactos de La Moncloa. Estos pactos fueron suscritos por todas las fuerzas políticas, se sentaron en la misma mesa Manuel Fraga, heredero de la dictadura franquista y Santiago Carrillo, del Partido Comunista. Lo hicieron, pese a sus notables diferencias, porque había que mirar para adelante y poner los cimientos de un Estado que había que reconstruir. No fue un camino fácil y muchas veces todo estuvo a punto de descarrilar pero se logró un acuerdo de mínimos que sirviera para que las próximas generaciones tengan un futuro. Los frutos de ese colosal esfuerzo los vivimos actualmente.

Los argentinos debemos ser capaces alguna vez de entendernos entre nosotros y para ello debemos poner en el centro del debate la acuciante deuda externa, que lastra nuestro crecimiento. Veremos si este gobierno pone los pilares para que Argentina salga de una vez por todas de ese precipicio permanente.

¡Buena suerte, Señor Fernández!

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