“Beauty?”, por Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal · @Gonzalo_Glezcar.
Recortadas desde atrás, surgen de la obscuridad dos figuras sentadas frente al televisor. Iridiscente, la pantalla troquela sus perfiles mientras contemplan la imagen del sostenido movimiento de una bolsa de plástico atrapada en un inagotable torbellino. Animada por el bucle fluido en que se halla encerrada, la ligereza de su cadencioso movimiento es acompañada por el reflexivo tempo del piano que ahorma la escena.

“Era uno de esos días -comenta introspectivo– en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad. Casi puedes oírla, ¿verdad? Y esa bolsa estaba bailando conmigo. Como un niño pidiéndome jugar. Durante quince minutos… Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas. Y una fuerza increíblemente benévola me hacía comprender que no hay razón para tener miedo. Jamás. El video es una triste excusa. Pero me ayuda a recordarlo. Necesito recordarlo…”

Un pertinaz soplo azuza el azaroso zarandeo del inanimado objeto, dotándole de apariencia vital. Insuflada del caprichoso aliento de una particular disposición meteorológica, la bolsa despliega la coreografía de un obligado vaivén. Sometida a la necesidad que le es impuesta. Ignorante de sí y de cuanto le anima. Mientras, el observador -cautivo al igual que ésta- contempla su hipnótico movimiento. Anonadado.

La etérea levedad torna verosímil la ensoñación -el hechizo- que dota de entidad y voluntad lo palpable, ante la oculta acción contenida en la imperceptible sutileza fluida que realmente mueve el objeto. Inasible distorsión que troca efecto en causa. Que alienta la incomprensión ante aquello que, aún observado, no debiera ser entendido como realidad efectiva sino como consecuencia perceptible de ésta. Que descarría el entendimiento tras el despliegue de una explícita sintomatología que acalla la soterrada enfermedad compartida de no comprender ciertamente lo que uno ve.

La realidad se nos figura emboscada. Camuflada. Apenas acariciada en la esquiva apariencia de lo manifiesto. Observadas sus formas desplegadas más evidentes, construimos –asumimos- la ficción dada del relato que logre reconciliarnos con la concepción inculcada de lo admisible. De lo posible. De lo concebible. De lo real. Fijando así sus límites. Límites de una ficción cuya vastedad ha de ser tan extensa como el alcance humano exija.

La dimensión política, como cualquier otra, no resulta excepción alguna. Contrariamente, tal vez sea fundante de todas las demás. Ignorantes de las fuerzas ciertas que dinamizan su realidad, nos contentamos con creer que cuanto vemos es. Obviando todo cuanto queda camuflado, por su inapreciable transparencia, en la acción. Animada –así- por un pneuma indiscernible ajeno a lo manifiesto -hálito soterrado, tal vez, de ese demonio que mancilla e infunde de bajeza todo lo humano- la verdad comúnmente percibida deviene engañosa. Llevándonos a la sola atribución de entidad a lo meramente evidente. Comprensión a la indiferencia. Principios a lo sólo movido por el interés. Plenitud al vacío.

Así, sus formas -presas de un bucle tenue- cobran vida ante nuestros ojos. Como la bolsa de plástico. Surgen exultantes y se agitan. Se desvanecen exánimes y caen. Confundido en el marasmo -siempre evidente y transitorio de políticos, partidos y siglas- una fuerza vorazmente eficaz -resulta de la prosaica estabilidad del statu quo de intereses que toda estructura cristaliza bajo forma de régimen económico- actúa y permanece. Prevalece y fluctúa. Para que todo cuanto cambie no sea sino lo preciso para que nada lo haga en efecto.

Mientras, los ciudadanos asistimos –bajo un pretendido aire protagonista- como simples espectadores al despliegue de una permanente y actualizada mudanza. Tras la que apenas poder intuir la vida que hay bajo la tornadiza apariencia de las cosas. La insuflada por una fuerza increíblemente efectiva que no puede sino hacernos comprender que no hay razón para la esperanza. Jamás. El video es una triste excusa. Pero me ayuda a recordarlo. Necesito recordarlo…

2 thoughts on ““Beauty?”, por Gonzalo González Carrascal.”

  1. Hola,buenos días
    ¿Pueden poner explicaciones a los artículos? Es que no se ve la relacción con las ideas socialistas aquí.
    Un saludo.

    1. Estimada lectora. Las colaboraciones son libres. A veces son literarias, otras meramente económicas. En definitiva, no tienen que seguir línea alguna, salvo las del decoro y el respeto. Gracias por sus comentarios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *