El consumo está contenido. Es lo que sostiene el Banco de España, que cree que existe una demanda acumulada no satisfecha durante los meses de confinamiento. Así, los hogares habrían pospuesto sus decisiones de adquirir bienes duraderos. Esto es lo que habitualmente sucede en las crisis.
José González Mínguez y Alberto Urtasun, desde la Dirección General de Economía y Estadística del Banco de España, y Miguel Pérez García de Mirasierra, de la Dirección General de Operaciones, Mercados y Sistemas de Pago, han publicado, este martes, un artículo analítico en este sentido.
A pesar de ese razonamiento, estiman que el comportamiento de gasto estará en función de la proporción de empleos que puedan salvarse mediante ERTEs. Cuanto mayor sea y mayores medidas de protección de las rentas y de ayuda los hogares más vulnerables, mayor incremento del consumo.
En este análisis se explica que la Covid-19 “ha supuesto una perturbación extraordinariamente inusual, de carácter puramente exógeno, con características que hacen que la evolución observada del consumo privado a partir de la declaración del estado de alarma solo pueda explicarse de forma imperfecta a través de sus determinantes tradicionales”.
Característica especial de la situación en la actualidad es que la contracción del consumo ha sido muy superior al de la renta. Esto ha llevado a un fuerte incremento de la tasa de ahorro, casi un 3%, hasta situarse en el 11,2% de la renta disponible.
Los autores del estudio consideran que este comportamiento se debe a la, todavía, incertidumbre existente. Detrás de ese fuerte incremento del ahorro podrían encontrarse las medidas de protección de las rentas de los hogares. También, el mero hecho de que no se hayan podido consumir ciertos bienes y servicios durante el periodo de confinamiento.
El consumo se centró en bienes de primera necesidad poco antes de declararse el estado de alarma
Dato relevante es que en los días previos a la entrada en vigor del estado alarma, el gasto de las familias se centró en comprar productos de primera necesidad. “Probablemente los hogares hicieron acopio de ellos en previsión de que fuera más difícil adquirirlos con posterioridad”, señala el estudio.
Tras declararse el estado alarma, el consumo privado sufrió una caída “drástica” igual o superior al 50% interanual. Esto, en un periodo comprendido por los últimos diez días de marzo y los veinte primeros de abril. El indicador empleado para esta conclusión es el gasto con tarjetas.
Siguiendo ese mismo criterio, en los últimos días del cuarto mes del año, las operaciones con tarjetas iniciaron una tendencia a la baja. La moderación en el gasto con tarjeta se intensificó en mayo y junio, coincidiendo con el inicio de la desescalada.
Asimismo, según iban entrando los distintos territorios en la nueva normalidad y permitirse la reapertura de los establecimientos de comercio minorista, el gasto fue ampliándose de manera paulatina y heterogénea, según actividades. Asimismo, se realizó un mayor número de desplazamientos.
El gasto presencial fue a más desde el principio de la desescalada, revitalizándose las compras físicas en establecimientos que permanecieron cerrados durante la Gran Reclusión.
Menor uso de efectivo
Por último, el artículo fija su atención en la pronunciada caída del efectivo. Durante el confinamiento cayeron los pagos con tarjeta en compras presenciales, lo mismo que en las compras on-line y en la retirada en cajeros.
En mayo, con el proceso de desescalada, el efecto positivo tan sólo se produjo en el pago en terminal de punto de venta. Las retiradas de efectivo siguieron en caída.
Los autores del estudio asocian este comportamiento a la percepción de un riesgo de contagio por utilizar este último medio de pago. Esto también podría haber afectado a una contención del gasto durante el segundo trimestre, si bien aumenta la tasa de uso de tarjetas.