Alemania ha anunciado una reducción de la jornada laboral a cuatro días a la semana para salvar el empleo del país.
Ayer contábamos el descenso brusco que habían sufrido Alemania y Francia con respecto a los pedidos de sus exportaciones. Hoy Alemania ha dado un paso adelante, valiente y consensuado.
Sin duda, esta reducción de la jornada laboral se traducirá en una reducción del salario. El Gobierno alemán apuesta por una semana de 28 horas de trabajo, según el acuerdo al que han llegado las huestes de Merkel con el sindicato mayoritario alemán, IG Metall.
El mismo sindicato que, en la década de los noventa, ya consiguió recortarlas a 35 horas, en lugar de 40 horas.
El ministro de Trabajo del Gobierno de Merkel se ha mostrado receptivo a la demanda. La reducción de la jornada laboral “puede ser una medida adecuada si los interlocutores sociales están de acuerdo”, ha dicho el líder de los socialistas germanos que gobiernan en coalición con la CDU de Angela Merkel.
No es la primera vez que Alemania utiliza esta fórmula de reducción de la jornada laboral
La reducción de la jornada laboral en Alemania ha sido una salida habitual para evitar despidos masivos y traumáticos.
Actualmente, Alemania utiliza los Kurzarbeit, una jornada reducida en la que el Estado paga temporalmente hasta dos tercios del salario para impedir que la crisis lleve a nuevos despidos. A esta modalidad se han adherido numerosas empresas, como Volkswagen, Bosch, Adidas o Lufthansa.
El debate de la reducción de la jornada no es exclusivo de Alemania. Hace pocas fechas inundó Finlandia, con una iniciativa parecida planteada por el nuevo Gobierno.
En España, Más País lo llevó en su programa electoral y la Comunidad Valenciana piensa fomentar la semana de cuatro días laborales en la empresa privada.
Ya lo afirmo Keynes. El economista británico, a principios del siglo XX, pronosticó “una reducción drástica de la jornada laboral gracias a la revolución industrial”.