Acta est fabula

Mari Ángeles Solís del Río.

Por Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1
Resulta, cuanto menos, aberrante ver de qué modo más gratuito hay quienes manipulan la verdad. Resulta despreciable también el silencio y el encubrimiento mientras, algunos, modelan la historia, trazan la tela de araña para con argumentos maquiavélicos tratar de engañar…
“Acta est fabula”, estas fueron las últimas palabras que pronunció César Augusto que, traducido del latín, reza “Se terminó esta historia».
Y traigo a colación esta frase ya que nos encontramos, en estos momentos, en un preciso instante, no ya de terminar la historia, porque la historia nunca acaba, sino más bien de cerrar un capítulo. Un capítulo triste, doloroso y sangriento del que aún quedan heridas abiertas, del que aún hay daño que reparar. Es, sin dudar, el hecho de elogiar a un dictador en su mausoleo y empezar, de una vez, a devolver dignidad a las víctimas que también yacen allí.
Mi indignación del primer párrafo viene a ser rebeldía en contra de la injusticia y la mentira, contra la crueldad, el crimen y el terror. Al hilo de que los que somos de izquierdas hemos ensalzado y hecho un mito de alguien como Federico García Lorca. Mientras leía el texto, reconozco que he tenido que frotarme los ojos varias veces por lo que habían llevado hasta mí las redes sociales en una de estas manías mías de leer constantemente sobre literatura y política.
Y esa información incide en la “gran equivocación” de la izquierda acerca del asesinato de Lorca. Pues bien, mientras leía que se argumentaba que, no fueron los falangistas, sino que la causa de su asesinato fue un enfrentamiento familiar por temas económicos. Sus primos, los Roldán y los Alba, los primeros de ellos unidos por una amistad íntima con el Coronel de la Guardia Civil -cuerpo que, a su vez, estaba muy enfadado con el poeta por ciertas escenas que describe en El Romancero Gitano- , fueron los que, aprovechando la confusión imperante en aquellos días de guerra civil, ejecutaron el asesinato. El escenario era perfecto, la víctima también… y, luego, un silencio sepulcral que acaso aún nos invade.
Quizá este argumento sea conocido por pocos, argumento que nace de la política rancia de otro siglo que no sabe defender la cultura porque, sólo una frase, una frase de Lorca les hubiese servido para condenarle y, tal vez, la frase no hubiese sido otra que “En la bandera de la Libertad bordé el amor más grande de mi vida». Pero yo, tras leer ese fatal argumento, no he podido permanecer inmóvil porque tan despreciable como la mentira es convertirse en cómplice de la mentira, eso habría sido callar.
A la vez que leía, que la izquierda ha hecho del poeta, un mito, no he podido evitar recordar mis propias palabras escritas en un artículo, publicado en este mismo Diario, palabras que decían: “Ésta es la estupidez humana, que ni siquiera las estrellas comprenden cuando miran desde las alturas, la carne y los huesos en tierra como si fueran más estrellas. También, arriba, ella, “luna de pergamino”. Y, en toda esa escena, la voz de un ser despreciable que dijo: “le metí dos tiros por el culo por maricón”. Ese despojo de hombre que disparó, le hizo inmortal. Si le asesinasteis por rojo y por maricón… ¡qué grande vuestra España!… ¡No!, qué pequeña, qué miserable, qué triste… Grande, Federico que hizo Grande a España.”. Y ya poco me queda por decir…
Porque defender a España no es agarrarse a una bandera… y gritar. Porque defender España es luchar por la libertad, por la igualdad entre territorios, por la poesía y por los poetas. La soberanía nacional reside en el pueblo. Y también en el pueblo reside la cultura, la poesía es el pueblo, los poetas también… como también son pueblo los miles de fallecidos en aquel campo de trabajo forzado que posteriormente convirtieron en mausoleo, en un castillo húmedo y triste que alberga el horror de unos años de muerte, mentira y crueldad.
“Acta est fabula”. Cerremos ya de una vez ese capítulo macabro de la historia de España. Pero no olvidemos que para poder cerrar, sobre todo las heridas, es requisito indispensable devolver la dignidad.

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