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Gonzalo González Carrascal.

Por Gonzalo González Carrascal · @Gonzalo_Glezcar.
Imagen en plano contrapicado. Congelada. A cámara lenta, el desprendimiento de las lamas del despertador modifica el guarismo. La esperanza de un nuevo día se desvanece al son de un rutinario “I got you, babe”. Expresión velada del sometimiento subyacente en el relato. A partir de tal punto, el abismamiento que experimenta el sujeto, consciente de su fortuna, se torna en experiencia insoportable para sí. Caída a plomo ad inferos, a través del sumidero del tiempo, encapsulado en una ficción de imperturbable inalterabilidad.
El drama que Harold Ramis alumbra brillantemente, troca en clave cómica bajo premisa fundamental. A saber. Sólo el protagonista es consciente, en connivencia con el espectador omnisciente, de habitar un hermético bucle temporal del que el resto de personajes se ignoran partícipes. El guiño cómplice del guionista, revelador de una desdeñosa mueca hacia ésos que están sin consciencia de ser, alumbra implícitamente el alcance de su envite cómico. Su límite rayano con la tragedia. La hipótesis de extender tal consciencia a la totalidad de intervinientes.
No hay comicidad alguna en el conocimiento compartido de saberse abocado a una ficción de inmutabilidad estática. No existe desdramatización posible en sostener la farsa de mal gusto de un juego escénico que se agota en sí mismo, a través de sus integrantes. La aceptación de la imposibilidad del cambio, que el guionista impone para la única satisfacción de sus intereses, emergería entre los partícipes bajo la forma del desagrado que induce la consciencia de saberse siervo. Es por ello preciso que el guionista evite la reflexión de sí de los burlados en su inconsciencia. Cándidos objetos de mofa.
La extensión de la metáfora escénica a todo ámbito representativo humano, y por ello  político, induce el planteamiento de tal hipótesis en términos profundamente desazonadores. Bajo la manida formulación del “manejo de los tiempos” –de tan usada casi en apariencia inocente, mas el lenguaje nunca lo es- se encierra el principal y más descarnado método de gestión elemental del ejercicio del poder, que la negación de la hipótesis alteradora del guión reseñado evidencia. La capacidad de reducir la existencia del sometido a la mera anécdota mediante la gestión de la inconsciencia de sí. Esto es, la gestión implícita, a su pesar, de su durabilidad y tiempo, mediante su inducción en juegos o bucles temporales que acoten su alcance y potencia. Esto es, la gestión de su Muerte. Pues no es posible gestión de tiempo alguno al margen del Tiempo.
La inducción social en un juego limitativo del alcance de los individuos a través de las decisiones tomadas en los ámbitos más esencialmente nucleares para su desarrollo, tales como la reducción de los contenidos educativos, la malversación del sistema asistencial o el evidente intento de retorno a los vacuos modelos económicos especulativos ajenos al robustecimiento de la capacitación profesional, representa una vuelta de tuerca más del guión.
Simple silogismo. Todo guión es un artefacto. Todo artefacto tiene un propósito. Ergo…… Desagradablemente éste apunta hacia el establecimiento de una red limitativa ad infinitum del alcance de nuestras vidas que garantice la estabilidad y preeminencia de la estructura oligárquica, indiferente y beneficiaria de un statu quo paulatinamente precarizante, que la persistente crisis actual sólo ha contribuido a consolidar. El coste de oportunidad de asumir un modelo alternativo, centrado en principios de excelencia y potenciación consciente de los individuos debe resultar profundamente dañino a sus intereses. Si no obsceno. Pocas bromas, Bill Murray.

1 thoughts on “5:59”

  1. Muy bien Gonzalo.
    Esa película da para hablar, es tremenda porque además manifiesta el crecimiento personal de la persona, desde un comportamiento más orientado al vicio y placeres que no le llevan a nada al protagonista hasta su muerte y posterior focalizacion en su crecimiento y en los demás y al Amor, que es lo rompe el bucle.

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